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Linterna de papel. Ese día todos ganamos un buen amigo.

El 13 de febrero de 1993, Antofagasta estaba conmocionada.  El deceso de don Antonio Rendić Ivanović afectaba a una comunidad que durante casi un siglo lo consideró como un antofagastino ejemplar.

Más de tres décadas han transcurrido.  El mundo ha cambiado, pero la cariñosa admiración  por este personaje venido desde Sutivan, en el otro extremo del Mediterráneo, no ha disminuido sino que se ha incrementado. Vivió en el Antofagasta literario de grandes figuras.   Una de ellas, me dijo: “Don Antonio es el escritor con más títulos editados de la Literatura local.”  Hecho que lo honra, no por la cantidad de páginas editadas, sino porque cada uno de sus pequeños libros y fascículos, los obsequió personalmente a sus colegas y admiradores.

Desde sus primeras publicaciones hasta la última de ellas, hay una gran espiritualidad que sigue ganando adeptos.  Su poesía es de sello intimista que, a veces, suele identificarse como religiosa y que para rotularla con cierta propiedad – si fuera posible tal cosa – siguiendo al español Cristóbal Cuevas, debiéramos incluir en el ámbito de la Literatura Espiritual, en tanto este concepto sirve para referirse fundamentalmente a las dos disciplinas clásicas del “Camino de Perfección”, es decir, la Ascética y la Mística.

La poesía de don Antonio depara sorpresas y es tiempo el que se requiere para entenderla.  Lo que, desde siempre se ha adelantado es que  el “Amor a Dios” sirve de mucho para esta modalidad de poesía espiritual. Este “Amor a Dios” –“porque amor es la fe y la esperanza” – es cantado reiteradamente por “Ivo Serge” con el sello que aporta su particular sensibilidad.  Amor que se entiende como perfectible para bien de uno y todos los hombres.  Es él, don Antonio, quien nos dice: “¿a qué este afán, Señor, a qué el tormento/ de fundirme contigo más y más? / ¿Acaso no es amor este buscarte, / esta inquietud –que el corazón comparte–/ de estar contigo, por la eternidad?.”

La Literatura nortina tiene el privilegio de contar con un autor que dedicó su vida artística a la poesía de raigambre religiosa.  Es conveniente realzar este hecho en una sociedad donde ciertos extremismos avasallan realidades que atentas al bien común, sólo vienen a tenderle una mano a quienes más necesitan de sus prójimos.

 En lo dicho hasta este punto, simple reiteración de viejas páginas que dediqué a don Antonio Rendić, hay una explicación para el título de esta “Linterna de Papel”.   Por una ley de vida, se fue don Antonio, pero  en Antofagasta y en lejanos lugares: “ESE DÍA TODOS GANAMOS UN BUEN AMIGO”.