Familia
Nuestro personaje destacado, Andrónico Lukšić Abaroa, nace en 1926 en la ciudad de Antofagasta. Fue el hijo mayor del matrimonio conformado por Policarpo Lukšić Ljubetić, nacido en Croacia, y Elena Abaroa, nacida en Bolivia.
Policarpo Lukšić Ljubetić, proveniente del pueblo de Sutivan, en la isla de Brač en Croacia, llegó a Chile en 1905, en los años en que florecía la industria salitrera en el norte de Chile. A los 34 años conoció a Elena Abaroa, quien provenía – por rama paterna – de una familia de origen vasco que se había afincado a inicios del siglo XIX en Calama y San Pedro de Atacama. El bisabuelo de Andrónico Lukšić, Eduardo Abaroa Hidalgo (1838-1879), fue un héroe boliviano de la Guerra del Pacífico y, hasta hoy, es un símbolo patrio en Bolivia.
Durante toda su vida Andrónico Lukšić Abaroa fue un hombre del Norte. Amante del desierto, le fascinaba caminarlo y explorarlo. (“A algunos la vastedad del desierto les provoca angustia. Yo me siento feliz y pleno en el desierto… me fascina el paisaje de la pampa, el encontrarme allí solo, avanzando sin rumbo fijo, adentrándome en las montañas”, dijo en una ocasión.) En el norte vivió su temprana infancia y allí volvió a los 24 años -después de residir en Europa – para iniciarse como hombre de negocios. Allí trabajó por los siguientes 15 años. Y sobre todo, fue en el norte donde desarrolló su principal pasión: la minería, que lo llevaría a convertirse en el primer minero chileno moderno de talla mundial.
Estudios y juventud
Andrónico Lukšić Abaroa realizó sus estudios primarios en el British School de Antofagasta. A los 13 años, la familia se traslada a vivir a Santiago para que los hijos estudiaran la secundaria. Vivió en una casa en la calle José Domingo Cañas. Andrónico y su hermano Vladimir entran al Saint George School y, posteriormente, al colegio Hispano Americano.
Tras dar el bachillerato, entró a estudiar Derecho en la Universidad de Chile. Durante la época universitaria, trabajó algunos años por las tardes en la Sindicatura de Quiebras. Egresó de la carrera y, posteriormente, realizó su memoria de título en Europa, aunque nunca dio el examen de grado ni se tituló. Realizó su memoria de título en París, cuyo tema era “Liberalismo científico y neoliberalismo”, algo muy novedoso en la discusión económica de la época.
Al salir de la universidad en 1947, su madre lo citó a él y a su hermano a su escritorio. Ella ha decidido que, habiendo finalizado sus estudios, uno de ellos viajaría a Europa y el otro a Estados Unidos para aprender idiomas y conocer mundo. Lanzó una moneda al aire y a Andrónico le tocó Europa. Es así que, a los 21 años, Andrónico se instaló en París, donde viviría tres años. Se inscribió en La Sorbonne, en el primer curso de economía para extranjeros, que se dictaba después del fin de la segunda guerra mundial pero muy pronto desistió, y abandonó.
Forjándose como empresario
En 1950, al volver a Chile, su tío Juan Abaroa le ofreció que se fuera a trabajar con él a Antofagasta. Juan Abaroa era un importante empresario de la zona que había continuado con el negocio familiar ganadero, a la vez que poseía una concesionaria de autos Ford, llamada Soinorte. Andrónico se trasladó entonces a Antofagasta como gerente general de Soinorte, siendo el dueño de un 10% de esa firma, lo cual adquirió con sus ahorros. Posteriormente, sería el dueño del 50% y, al morir su tío, del 100%. Es así como Soinorte constituye el inicio de la fortuna de Andrónico Lukšić y que su tío Juan – quien en ese entonces no tenía hijos – se convierte en su mentor y guía empresarial.
En forma paralela a su trabajo en Soinorte, Andrónico comenzó a explorar el desierto en busca de minas y minerales.
En 1952 compró un porcentaje inicial (25%) de su primera mina: Portezuelo, de la cual, posteriormente, llegaría a tener el 100%.
Sin saberlo, Portezuelo se convertiría en algo clave en su vida: se trataba de su primer ejercicio real de administración de una mina… además por ella, años más adelante, recibiría un cheque por medio millón de dólares.
Cuenta la historia que un día de 1954 aparecen en su oficina seis japoneses de la empresa Nippon Mining, que andaban en busca de inversiones mineras y se habían interesado por Portezuelo. Después de estudiar el negocio por varios meses, el japonés jefe realizó la siguiente oferta: “Señor Lukšić, ¿qué le parece 500 mil por la mina?” El empresario responde que sí, calculando que 500 mil pesos era un muy buen precio para lo que había invertido y trabajado. El japonés le dice a su acompañante: “Anote: 500 mil dólares”.
En el aspecto familiar, Andrónico Lukšić Abaroa se casó en 1953 con Ena Craig Monett, la hija de un gerente de Anaconda que trabaja en la mina de Potrerillos y se instaló en Antofagasta. En 1954 nace el primer hijo, Andrónico Lukšić Craig y, dos años más tarde, Guillermo.
Tristemente, en abril de 1959 su mujer, Ena Craig, de 29 años, muere debido a una afección al corazón. A los 32 años, Andrónico Lukšić quedó viudo con dos hijos, de cinco y tres años.
Fue en la misma Antofagasta que luego conoció a la joven Iris Fontbona, con la cual finalmente se casó años más tarde. Juntos tuvieron otros tres hijos: Paola (1962), Jean Paul (1964) y María Gabriela (1965).
Emprendedor y creativo para los negocios, Andrónico Lukšić Abaroa dedicó una gran cantidad de horas al día a trabajar en Soinorte, la minería y sus inversiones bursátiles. Asimismo, fue un hombre sociable y extremadamente amistoso en la Antofagasta de esos años. Adoraba sus casas en La Chimba y en la playa de Hornitos donde además practicaba buceo submarino. Fue miembro del Rotary Club, le gustaba jugar al golf, la vida social, comer y cocinar bien, a la vez de contar historias, siempre con mucho sentido del humor. Su facilidad de trato y la cantidad de amigos que reunió fueron un elemento clave en sus negocios.
A mediados de la década del 60, Andrónico Lukšić Abaroa y su familia se trasladaron a vivir a Santiago. En esos años adquirió sus primeras acciones de Lucchetti y después ingresó a la propiedad de Madeco.
En 1966 compra Carbonífera Lota Schwager, que tenía 14 mil empleados, y pasó a integrar el directorio de la misma, a través de la cual, también se suma al directorio de la Fundación Federico W. Schwager, que inició sus actividades en 1958 para desarrollar labores sociales. Esta fundación permanecerá siempre en las manos de Andrónico Lukšić Abaroa quien, en 1991, compró además las instalaciones de la Escuela Agrícola San Vicente, que había fundado Pascual Baburizza en su hacienda San Vicente en Los Andes, rescatándola con esto de un inevitable remate, como consecuencia de una mala administración. Y, desde entonces, el establecimiento pasa a llamarse «Escuela Agrícola Pascual Baburizza», que otorga educación gratuita a muchos jóvenes, uno de los proyectos más queridos del empresario y al que dedicó una enorme cantidad de tiempo de sus últimos años. En el año 2000, la Fundación Schwager pasó a llamarse Fundación Lukšić.
A fines de los años 70, el grupo Lukšić se reorganizó y comenzó una época de acelerado crecimiento en Chile. En la década del 80 se adquirió el Ferrocarril Antofagasta-Bolivia, lo que se convierte en el origen del grupo minero. Asimismo, en los años 80 fue el ingreso del Grupo al sector financiero con el Banco O’ Higgins, tiempo en el que se realizaron las grandes adquisiciones tras la crisis del 83: Anaconda y Pelambres, la participación mayoritaria en Madeco y VTR y, finalmente, la adquisición de CCU.
En esos años, su hijo Guillermo se hizo cargo del área industrial y Andrónico del sector financiero. Lukšić Abaroa fue tras su sueño de convertirse en un grupo minero de talla mundial. Años más tarde, Jean Paul, su hijo menor, lideraría el sector minero.
En la década del 90 el Grupo Lukšić ingresó al círculo de los tres mayores grupos económicos del país y se diversificó aceleradamente, dados los intereses en minería, banca, industria alimentaria, transporte, comunicaciones, vinos, forestal y agrícola. Esos fueron también los años de la gran internacionalización.
Su cariño por Croacia
Aunque Andrónico no hablaba el idioma croata, siempre se sintió identificado con la cocina, la música y la identidad cultural croata. En 1947, a los 21 años, visitó por primera vez Croacia y desde entonces mantuvo contacto con sus parientes de la isla Brač. En las década del 90 y 2000 fueron muchos los veranos que pasó con su familia en la costa Dálmata, y sus hijos aún mantienen relación con los familiares de Sutivan. Uno de sus nietos, Davor Lukšić, es quien está a cargo de las inversiones familiares en Croacia.
Y fue en 1994 cuando, Andrónico, como empresario, comenzó a mirar atentamente a Croacia, la tierra de sus antepasados sacudida entonces por la guerra. Apostando por un país que en ese entonces estaba destruido y sin certezas sobre el fin del conflicto, el empresario viajó en varias oportunidades en busca de inversiones, siempre acompañado por Vladimir Radić. Ese mismo año adquirió la cervecera Karlovacka Pivovara. Más tarde, comenzó con la compra de diversos hoteles. Las inversiones que la familia controla hasta el día de hoy han convertido al Grupo Lukšić en el principal operador turístico en ese país.
Hasta el final de sus días, Croacia continuó ejerciendo una atracción irresistible en el empresario. Sus vacaciones familiares en la costa Dálmata, la visita anual a sus parientes en el pueblo de Sutivan y la compra de la famosa Villa Sheherezade – casona morisca frente al Adriático que según la leyenda fue construida en los años 20 por un empresario lituano para su amante, llamada Sheherezade – son sólo algunos de los signos del fuerte apego a sus raíces paternas.
El empresario dio inicio a la década del 2000 dedicado a la Fundación Lukšić, a Croacia, a sus campos en Argentina, viajando con su mujer y recorriendo sus casas más queridas: Chan Chan, en el sur; Los Andes y Hornitos. Continúa saliendo al cine y a comer con los amigos de juventud como cualquier hombre común. Diariamente iba a su oficina de Ahumada 11 y mantuvo múltiples intereses, desde un diccionario kunza – español, hasta un documental sobre inmigrantes croatas.
Ese cariño por su ascendencia croata paterna se manifestó también en su generosidad frente a situaciones que significaron rescatar en Chile, a entidades relacionadas con Croacia de su extinción.
Una de ellas fue su ya mencionado aporte que implicó que no se llevara a cabo el remate de la Escuela agrícola San Vicente (hoy Pascual Baburizza) y, la segunda, el rescate del Club Deportivo Estadio Croata de Santiago. Éste, habiendo adquirido, en 1990, un crédito hipotecario para terminar las obras del nuevo edificio y alhajar el mismo, a partir 1999, por una situación económica difícil, ya no la pudo servir. A través de Nikola Magdić y de Neven Ilić, se acudió a Andrónico solicitándole ayuda, proponiendo éste pagar la mitad de la deuda pendiente y que la colectividad pagara la otra mitad. Se inició una campaña para recolectar fondos a través de una nueva emisión de acciones y, cuando la mitad necesaria estuvo reunida, se acudió a él, quien en esa oportunidad aportó el monto faltante.
Este hombre sencillo, lleno de amigos que se convirtió en uno de los personajes más ricos de Chile y Latinoamérica.
Falleció a los 78 años, en agosto de 2005, tras un cáncer al pulmón, dejando un gran legado empresarial y también social a su querido Chile y la descendencia croata.