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Poesía de socios del CPEAC

Nuestro Rincón Literario

Poesía socios CPEAC

Hablar sobre Croacia, a veces resulta algo muy intenso por tantas emociones encontradas.
Para ser breve, quiero decir que tengo una confesión que compartir.
En mi reciente viaje a Croacia me di cuenta de algo que se me reveló muy claramente.
Esto es, que la poesía en Croacia no se escribe ni se inventa, solo se descubre. Se descubre, porque las metáforas fluyen espontáneas, con el suave rugir del Adriático cristalino, con sus olas esmeraldas. Flotan en el viento con el aroma de la lavanda, con la música de sus Klapas, con el sentir del dulce sabor del vino en mi garganta.
Cuando te desplazas por los mismos caminos por los que transitaron los abuelos y abuelas, al caer la tarde de un cálido día de verano, el canto de los grillos compitiendo con el incesante parpadear de las estrellas lejanas, es poesía mágica.
En lo profundo de la tierra descubro otra potente metáfora, donde las raíces ocultas de los olivos centenarios hacen posible que broten las aceitunas de sus ramas, como los cuerpos de nuestros valientes soldados, que yacen bajo esa tierra bendita, nos regalaron con sus vidas el poder seguir amando siempre, sin descanso, a una libre y maravillosa Croacia.
Así Croacia es una poesía viva, basta con pisar su tierra para sentirla con fuerza y, sin ser poeta, descubrirla solamente con todos nuestros sentidos, para nunca olvidarla.

Arturo Corte Herrera


Pablito vivía en el campo con esa inocencia que tienen los niños que se crían lejos de las ciudades.
Le gustaban todos los animales pero sobre todo los caballos a los que podía pasar mucho tiempo observando, descubriendo en ellos su manera de caminar, su pelaje, sus colores, sus movimientos. Y se divertía poniéndole nombres a cada uno, que él mismo inventaba.

Y un día descubrió que una de las yegüitas, a la que había bautizado con el nombre de “Zandunga”, estaba con su guatita como un poquito inflada. Y cada día notaba que estaba más y más inflada.
Por eso, preocupado, pensando en que podía estar enferma, le preguntó a su mamá:
“¿Mamá, que le está pasando a la “Zandunga” que está como hinchadita?”
“Nada malo Pablito, solo que pronto va a ser mamá y lo que tiene en la güatita es un potrillito que está creciendo en ella cada día más, hasta que esté lo suficientemente grande como para nacer”.

Así Pablito quedó más tranquilo pero ahora muy pendiente de cuando iba a ser el día de ese nacimiento.
Cuando el potrillito nació quedó muy sorprendido porque éste tenía unos hermosos colores blanco y negro, que formaban como cuadritos en su pelaje, los que no nunca había visto en el resto de los caballos que formaban la tropilla.

“Mamá, mamá, nació el potrillito de “Zandunga”. Estuve pensando qué nombre le voy a poner y el que se me ocurre es “Cuadritos” por los colores blanco y negro que tiene”.
“Mamá, ¿y por qué tiene esos colores si ningún otro caballo los tiene?”.
“Porque su papá es el más negrito de la tropilla y “Zandunga” es blanca como un copo de nieve”.
Y “Cuadritos” se convirtió en el regalón de Pablito al que alimentaba, a veces a escondidas, con terrones de azúcar, pedacitos de zanahorias y otras golosinas que le gusta a los caballitos, que “Cuadritos” comía de su mano. Tanto fue el regaloneo que “Cuadritos”, cuando Pablito salía a caminar por el campo, lo seguía como un perrito.

Pablito sabía que, cuando los caballitos eran ya grandes, para poder andar en ellos, había que amansarlos y, al ver cómo lo hacían, le daba mucha pena porque parecía que los veía sufrir.
Por eso decidió que nunca iba a dejar que eso pasara con “Cuadritos” y él mismo se propuso “amansarlo” pero con caricias y regaloneos.

Un día los papás de Pablito vieron, muy sorprendidos, que Pablito estaba montado en “Cuadritos” y se asustaron pensando en que se podía caer y lastimar.
“Pablito, ¡Cuidado que “Cuadritos” puede corcovear y tirarte!”.
“No, papá y mamá, “Cuadritos” nunca me va a tirar. Yo con puro cariño le enseñé que, si yo quería andar en él nunca me iba a pasar nada malo. Así me aceptó y es por eso que puedo andar en él siempre seguro.

“Cuadritos” vivió muchos años hasta que se convirtió en viejito siendo siempre el leal amigo y compañero de Pablito.
Quiero que cada kilómetro
Te hable con gozo
Se levante de sol
Y brille en tu corazón.

Hoy me volví padre
Las noches derramadas en mis ojos
Ahora ríos de un solo mar
Tocan alegres las aguas de Brač.

Hoy me volví padre
Esta noche en tu descanso
Mi niño tomará tu mismo aliento
Anclará luz amaneciendo
El dolor traspasará de paz.

Hoy me volví padre.
(Concurso de poesía Hrvartis, 2do. lugar)
Sangre, Mar y Sur
un hilo invisible
a la distancia
de una nostalgia
de la sangre que no es agua
pero sí un sendero
proa a una nueva vida
y retorno para un recuerdo.
Esa carta partió mi pecho
Letras nubladas color roca
Lapidaron mi alma
Con vileza de puñal.

El abrazo con mi hermano
Laceró nuestras espaldas
Sangre de la guerra aquella
Tu sangre dolida de distancia.

Aún recuerdo ese adiós
Tú en esa costa blanca salina
Nosotros embarcados
Nunca más pude volverte a ver.

Se despiden las nubes
Y se rompen cómo Adriático
Se despide mi alma
Y florece en la tuya de amor.

Madre descansa calma
En la morada eterna
Otac tomará tu mano
Serás mi estrella dulce y luminosa
Madre descansa en paz.
(Concurso de poesía Hrvartis 1er. lugar)
Draćevica te miro hoy desde el molino
La dorada luz del atardecer te baña
Como si oro en polvo te hubiera llovido
En el corazón de Brač escondido
Abrazado por un mar de esmeraldas
Recostado en el regazo de Dios
Te pareces a un destello divino

Tu sangre y tu vino hoy corren por mis venas
Como la savia lo hace en los milenarios olivos
La robusta fuerza de tu alma indómita palpita
En momentos mágicos sin descanso ni fatiga

Tus muros y tus hijos en tantas mesas compartidas
Me contaron las verdaderas historias de tu pueblo
Que forjaron con su ejemplo tus viejos que han partido
Legando a sus hijos su eterno amor por Draćevica.

El viento me trae tu aroma de lavanda
Cuando el ruido de los grillos inunda mi alma
Mientras las uvas maduran en las parras
Siento la música fluir de tus gargantas.

Cuando la luz del sol ya se esconde
A mi amada le digo caminemos lentamente
Que el tiempo no vea nuestros pasos
Ni tampoco escuche nuestros besos
Así ciego y sordo de pronto se detenga
Para hacer este momento perpetuo.
Até estos sueños míos
Cómo rugiendo  
Levantándose en la furia
De este austro que me habla

¡Dame tus dolores que los calmo!
¡Dame tus anhelos que los yergo!  
Me diste tus manos nuevas<
Donaste a mi reino tus tesoros

Te traeré las cumbres últimas  
En el inicio fecundo 
De tu mar que sabe a Balcanes  
Y bebe con ardor las aguas de mi austro.
Un dolor palpitante del que no se puede escapar, un gran sentimiento de vacío profundo en el centro del pecho, ganas de que todo se acabe de una vez; al mismo tiempo de una necesidad imperante de modificarlo todo.

Ganas de matar asociadas a uno mismo, casi suicidas, casi de alma en pena.
Ganas de no abrir los ojos y quedar perpetuamente en brazos de Morfeo, rosando con los dedos nuestros sueños, esperando en un lugar cómodo, donde todo es posible y nadie nunca se va. Aquel espacio de entresueños en el que no es ni día, ni noche, sino un eterno, “in between”, en el que todo se mantiene y nada se derrumba.

Necesito volver a sentir que la vida tiene algún propósito romántico, que las cosas nunca son imposibles. Necesito que algunos despierten de esa quimera que los mantiene enclaustrados en un imposible, que abran los ojos y puedan darle la mano a la realidad. Conocerla, enemistarse y pelearse para fortalecer los lazos y que luego puedan consumar con ella una amistad inigualable, hermosa, llena de lo que hoy no está, con la que formar grandes y nuevas modificaciones a nuestro estúpido juego de la vida, y así, agrandar los contenedores para que quepan las nuevas cantidades de arena que conformaran los relojes interminables en los que quede espacio para todos, entonces, saltar de grano en grano se hará cada vez mas fácil, pues vivir dentro del reloj no será lo mismo, que solo observarlo.

Hoy mi piel se quebraja y se prepara para caer trozo por trozo, cual corteza de tronco, para nutrir el terreno que me rodea y presentarme una nueva oportunidad de ensanchar el grosor de mi tronco, agrandar mis raíces y extender mis ramas en busca de nuevos espacios en donde dejar salir mis hojas y florecer… para pronto poner a disposición mis frutos a quien se cruce por mi camino con el único afán de nutrir y alimentar.

Me extiendo desde mi pasado a mi futuro, viviendo mi presente, emprendiendo un nuevo camino de aprendizaje, enfrentándome a mi mismo para fortalecer mi nueva corteza y abrigarme de nuevas memorias. Y así, recordando aquello que mi alma alguna vez supo, edificaré peldaño a peldaño y pedazo a pedazo “mi casa en mi árbol” que albergará mi nueva infancia, mi nueva adolescencia, en este hermoso paraje que habitaré pronto junto a una maravillosa alternancia y biodiversidad de caracteres en el hermoso jardín del compartir.
(Prosa de autor español escrita en verso por Braiko)
Hay una monjita bella
En un convento de España
Hay una monja feliz
Que tiene manos de plata
Manos suaves hacendosas
Manitas bellas de santa
Que laboran todo el día
Que largas horas trabajan
Que alimentan a los pobres
Que a las flores dan el agua
Que al cielo a veces se alzan
Para adorar a la virgen
Para alcanzar de sus gracias
Pero la monjita bella
Por un caballero amada
Quiere dejar el convento
Porque también ella lo ama
Antes de irse le reza
Y pide a la virgen santa
Que le alimente a sus pobres
Y que dé riego a sus plantas
Y que cuide del convento
Al cual deja con nostalgia
Llega la noche muy negra
Y ella sus ropas cambia
Y saliendo de puntillas
Deja la gloriosa casa
En el portal está el hombre
A quien ama con el alma
Y con él se va y ya lejos
Un beso a la virgen alza
Y la monjita no vuelve
Pasan largas las semanas
Mientras tanto en el convento
Sus hermanas no la extrañan
La de las hermosas manos
En un castillo se halla
Olvidada por el hombre
A quien aun ella ama
Y la monjita recuerda
Lo feliz que se encontraba
Entre los jazmines blancos
Entre las rosas rosadas
Entre los jilgueros verdes
Que su convento habitaban
Pasa monótono el tiempo
Siguen largas las semanas
Y nuestra monjita bella
Que en castillo se hallaba
Turbada de soledad
Una mañana se arranca
Más tarde llega al convento
Con cansancio y apenada
Y cuenta a la superiora
Que ésta nada en ella extraña
Su fracasado amorío
Con el caballero de armas
Uno de barba azabache
Del que poco recordaba
La buena madre reía
Sin dar mayor importancia
A lo que la joven le hablaba
Hija mía tú lo sabes
Tú aquí siempre velabas
Por tus pobres y tu iglesia
Por tus rositas rosadas
Por jilgueros y jazmines
A los que tanto cuidabas
Tal idilio que me cuentas
Lo has soñado esta mañana
Ve y sigue trabajando
Que tus manos son de plata
Asustada la monjita
Bien pronto cuenta se da
Que la virgencita santa
Nuestra gran madre María
Su ausencia reemplazaba
Alimentando a los pobres
Dándole riego a las plantas
Y cuidando del convento
Al cual ella regresaba.
Cómo puedes decir
Ya no me quiero
Si tú eres,
El hermoso color de tus cabellos
El maravilloso verde de tus ojos
Tus lindas mejillas, tu nariz, tu ceño
El rojo de tus labios
La suavidad y tersura de tu cuello
Tus hombros femeninos
Los hermosos bultos de tus senos
Tu regazo maternal
Que acunó a tus hijos en sus sueños
Tu cintura, tus caderas de mujer
El contorno suave de tus piernas
La linda forma de tus pies y de sus dedos
Pero tú eres mucho más que solo cuerpo
Eres ternura, alegría, eres vida
Eres inteligencia y sentimiento
Eres amiga, madre, hermana, hija
Eres mucho más que todo eso
Quiérete por lo que tú eres
No es poco, ¿cierto? 
Qué bello el mundo sería
Si siempre en nuestro actuar
Pensáramos en el otro
Cómo lo puede afectar
Y nunca siendo egoísta
Solo en nosotros pensar
Al conducir por ejemplo
Respetar velocidad
Todos los pasos de cebra
Letreros no estacionar
Y lugares reservados
Para la tercera edad
O de discapacitados
Respetar siempre el lugar
Los letreros ceda el paso
Y en discos Pare, parar
Respetar el medio ambiente
Si hay basura que tirar
Hacerlo donde se evite
El entorno ensuciar
Reciclar lo que se pueda
También el agua cuidar
Para no llegar al día
Que nos empiece a faltar
En todo lo cotidiano
Al prójimo respetar
Y si alguna vez sintamos
Que nos pasan a llevar
Cuando eso nos suceda
Siempre hacernos respetar
Respondiendo prontamente
Pero con serenidad
Que la cosa conversando
Siempre se puede arreglar
Para lograr todo esto
Empezar por educar
A nuestros hijos queridos
En el seno del hogar
Como no todos los niños
Esa suerte la tendrán
Profesores de colegios
Ellos deben cooperar
En instruir a los niños
En el siempre respetar
Solo así llegará el día
En que en el mundo morar
Sea algo muy hermoso
Solo para disfrutar
Deja que tu existencia fluya
Déjala recorrer por los caminos
Que día a día tu voluntad y entorno
Van construyendo desde que eras niño
Disfruta de la vida simplemente
Teniendo siempre por principio
El no dañar a nadie en ese empeño
Más bien procurando el beneficio
De todo aquel que te rodea
Padres, hermanos, amigos o enemigos
Frente a la adversidad no te deprimas
Acepta el plan que Dios tiene contigo
No trates de culpar o bien culparte
De lo que fue o lo que pudo haber sido
Deja que tu existencia fluya
Y, al fin, a Dios que guíe tu camino.
En aquellas noches
En que el triste otoño
Con sus lluvias frías
Con sus vientos sordos
Todo lo entristece
Yo me siento solo
Y en mi soledad
Me pregunto cómo
Cómo estarán aquellos
Los que sufren, ¿cómo?
Los que sin un techo
Los que sin un toldo
Llenos de pesares
No tienen un poco
Del calor, del pan
De lo que yo gozo
¿Creerán en Dios?
¿Creerán en nosotros?
¿Odiarán al mundo
que los deja solos?
O ya no podrán
Sus resecos ojos
Volver a llorar
O quizás tampoco
Ya puedan sus labios
Desahogar su enojo
Gritar, maldecir
A todos y a todo
Y entonces pienso en mí
Y me encuentro poco
Me siento egoísta
Impotente lloro
Yo que tengo hogar
Yo que siempre como
Cuánto me he quejado
Y lo tengo todo
Y la noche fría
Y el viento de otoño
De susurro triste
Semejando coros
Se llevan mis penas
Me dejan más solo.
La edad, esa tirana implacable
Que nos marca día a día
Que sigue sin un descanso
El pasar de nuestras vidas
Mostrándonos sus efectos
Sin estar nunca vencida
Como siempre recordando
Lo fugaz de nuestras vidas
De jóvenes no los vemos
Ni pensar que llegarían
Los efectos de la edad
A complicarnos la vida
Los percibimos muy lejos
Por allá, en algún día
En que mejor no pensar
Como si la juventud sería
Algo que siempre durara
Que nunca terminaría
Por más que nos arreglemos
Por medio de cirugías
Al final siempre aparecen
Las odiadas arruguitas
O queramos ocultar
Por medio de tinturitas
El color de los cabellos
Esas rebeldes canitas
Que siempre reaparecen
En pocos o varios días
Por eso no hay que esconder
Nuestra edad cual si sería
Algo que nos avergüence
Que ocultar de nuestra vida
Mas con orgullo asumir
Nuestra edad con hidalguía
Viviendo con dignidad
Nuestra edad, día tras día.  
Siempre el decir te quiero
A quien quiera que se diga
Debe implicar compromiso
Y nunca debe decirse
Sin estar bien convencido
De ser incondicional
Con el ser que es querido
Un compromiso real
Que no quede en el olvido
Que jamás lo ponga en duda
Cualquier mal rato vivido
Que no sea el rencor
El que afecte el cariño
Si no siempre el perdonar
Si alguien se siente ofendido
Quedando intacto el amor
Entre los seres queridos
Por eso el decir te quiero
Aunque suene muy bonito
Debe decirse sintiendo
Verdadero amor, genuino.
Nuestra tierra está muy triste
La estamos tratando mal
Contaminamos su aire
Cada día más y más
Botamos mugre en sus ríos
En sus lagos y en el mar
Poco o nada nos preocupa
Todo lo que es vegetal
Incendiando sus paisajes
De manera intencional
Talando sus arboledas
Poco a poco sin pensar
Que sin el verde la vida
Muy poco puede durar
Tampoco nos interesa
Su hermoso reino animal
Invadiendo sus fronteras
Destruyendo su hábitat
Extinguiendo a sus especies
Que no resucitarán
Inundaciones sequías
Cada día las hay más
Temperaturas extremas
Que nos cuesta soportar
Terremotos y tsunamis
Se repiten sin cesar
Catástrofes huracanes
Y epidemias además
Es lo que estamos viviendo
Cada día más y más
El por qué tanto desastre
Nos debemos preguntar
Será que la pobre Tierra
Ya casi no guanta más
Y es como se está defendiendo
Es su forma de expresar
Que paremos nuestro embate
Que no la ataquemos más
Pues si eso no sucede
Solo nos cabe esperar
Que lo que ahora es defensa
Se convierta en un vengar
Aun estamos a tiempo
De poder reflexionar
Y concluir cuanto antes
Y ya no tardarnos más
Que cuidar a nuestra Tierra
Sea lo que importe más
De manera que la vida
Pueda siempre perdurar.
El domingo cuando, a la hora de almuerzo, queríamos colocar pimienta a la sopa, nos encontramos con que había desaparecido el “pimentero”, aquel aparato de unos 30 centímetros de altura y unos 8 de diámetro, de madera, que usamos todos los días para moler la pimienta.

Primero buscamos en los lugares más recónditos de la cocina: en la alacena, detrás de cualquier caja o armario, debajo de otro tanto de cosas, nada. Algo de ese tamaño no es fácil de perderse. Así que, con poca esperanza, seguimos buscando por la sala, el quincho, hasta en el baño (solo nos faltó debajo de la cama). Quedó solo una posibilidad, buscar en el tacho de la basura, ya que aunque es redondo podía haber seguido los pasos de la famosa “tortilla”, pero para cuentos ya tenemos bastante con lo que está pasando. Y ahí estaba el malvado, en un saco negro de basura, esperando ser enviado al basurero al día siguiente.

Empezamos a conjeturar sobre cómo evitar pérdidas similares en el futuro. Después de cuatro meses de pandemia todo es posible. Una posibilidad es atarle un cordel de unos tres metros al lugar donde siempre queda estacionado, otra alternativa es pegarle un chip, del tipo que usan las puertas de los automóviles y llamarlo a distancia. Por último, estimamos que debíamos recurrir a los amigos, que bastante tiempo tienen para idear más posibilidades.

Así que ahí va el concurso, ¿Cómo asegurarse que no se nos pierda de nuevo? El premio será entre uno y cinco granos de pimienta negra, dependiendo de la imaginación del ganador.
¿Hasta cuándo? Hasta que encuentre el paquetito de pimienta en grano que compré esta mañana y que, al llegar a casa, no encuentro. Debe ser que entre “sanitizar” lo comprado, rociar con cloro disuelto la suela de los zapatos, lavarme las manos y, por seguridad, ponerme un poco de alcohol-gel y sacarme el barbijo (tapabocas, mascarilla o como quiera que lo llamen).

Sobre este último artilugio, la verdad es que me han propuesto que no me lo saque ni dentro de casa: en el baño, para que no cante en la ducha; en la cocina y el comedor, para que no coma tanto; en la sala para controlar los garabatos cuando miro los telediarios; para otros lugares de la casa me ahorro el comentario, se me perdió el paquetito.

De antemano, gracias a todos por participar, así que descontráiganse “paso a paso” y pongan a trabajar sus cerebros en un concurso que solo se puede dar en tiempos de pandemia. Prometo enviar a todos las propuestas que reciba.
Cuento escrito por Milka e ilustrado por su hija Lena, especialmente para niños y niñas de la colectividad de ascendencia croata en tiempos de cuarentena, con algo más de espacios para compartir y crear en familia.

   
Aparatito infernal
Que nos tiene convertidos
Cual esclavos sometidos
Es el fono celular
Ha llegado a estar presente
Casi en todo en nuestra vida
Que ha quedado convertida
En el estar siempre ausentes
Ausentes en reuniones
Ya sea con familiares
Y también con amistades
En todas las ocasiones
Evita que disfrutemos
De apreciar lo más hermoso
Que este mundo sin un costo
Nos ofrece con esmero
Pues nuestra cabeza gacha
No nos permiten mirar
Y solamente apreciar
Lo que aparece en pantalla
Y algún día va pasar
Que la evolución dictamine
Que el ser humano camine
Agachado y nada más
Con la mirada enfocada
Solo en el celular.
Ojos azules
serenos y hermosos
fiel espejo de tu alma
ojos azules, preciosos
que no dejo de admirar
como admiro de ti todo
Ojos azules, lindos ojos
que me tienen encantado
aun cuando muy poco
tú me permites mirarlos
y los veo solo en fotos
¿Qué puedo hacer?
sea mucho sea poco
para mirarte de frente
no ya más en una foto
y así sentirme en el cielo
en el azul de tus ojos.
Encontraste en las páginas del viento
el camino que esparce tus lamentos.
¡Despierta! te gritaron tantas voces
desde los socavones de las minas
y desde los maizales expoliados.

Reconocí tu historia acumulada...
tu grito tiene el timbre del saqueo
con tantas primaveras desoladas...
perseguida tu sangre en los extremos,
reprimidos los ríos indomables
coartado el amor entre trigales…
!Oh mares de azucenas marchitándose!
!Escribid este canto entre tus cantos!

Soy uno entre tus hijos, uno más,
que proviene de nieves intocadas
con sangre forastera incorporada.
Soy de los vendavales sin descanso
junto a la cruz del sur sobre los coigües.
Soy de diurna oscuridad de los inviernos
soy de estíos de noches de crepúsculos.

Tu grandeza, América, descubrí
desde el vértice austral de Magallanes
por la Tierra del Fuego sostenido.
Tus floridas auroras invernales
susurrando con nieves los desvelos
que el Selk’nam nos dejó como lección:
“Los blancos que creían sojuzgar
a la tierra, madre de las madres,
serán incorporados a su vientre…

Cuando cientos de inviernos se disipen
no será ya el mismo vuestro dios
vuestras almas serán como las nuestras
y al mirar estos bosques, estas praderas,
estos ríos de aguas cantarinas,
estos montes, que cercan nuestro mundo
renacerá en vosotros nuestro espíritu
porque ellos no perecerán jamás
mientras siga existiendo esta tierra”

La sombra de la estepa se agrandó
tratando de llegar al infinito.
Se esparció sobre el lago el crepúsculo
con sus ondas de viento patagónico,
ese viento ancestral, de furia intensa
que modeló montañas y roqueríos
que sólo lo venció la toldería;
ese viento que estuvo allí presente
cuando el Selk’nam habló tan sabiamente.

No pasaron ni cien años desde entonces
cuando con su canto subí hacia América…
Primero me adoptó Chile central
donde el cáncer de la tierra, la erosión,
dominaba el paisaje de ilusiones
con cárcavas en el suelo empobrecido
Nuestros bosques caían arrasados
nuestros pájaros caían cercenados
nuestros peces caían en las redes
pero de golpe empezaron las desdichas
y empezaron a caer seres humanos…
Al Sekl’nam visionario comprendí
y al exilio partí con su mensaje.

Hasta tu vientre América trepé
primero lentamente en el océano
después a tus entrañas laceradas.
De tu interior traté de construir
historias ancestrales de inmigrantes
que veían en ti su esperanza.

Quise encontrarte y verte en mis paisajes
de otoños europeos con abetos...
pero surgió entre volcanes la araucaria
los gigantescos lotos amazónicos
la explosión tropical de clorofila.

Al recorrerte América sin pausa
trepé a tus escaleras tornasoles
a los Andes transidos de glaciales
a las nieves sinuosas e indomables.
Traté de conquistar donde nacía
la aurora fulgurante que divide
la dirección contraria de los ríos,
al oeste, furiosos e inclinados
al este, caudalosos, desbordados...

Los valles Chalcaquíes me llevaron
a contrastar oasis con sus cielos
igual que en el Elqui legendario
donde se alcanzan estrellas con las manos.
Allí el cielo nocturno es una fiesta
de cientos de astros en movimiento
y al mirar esa bóveda, ese cénit,
un instante puede ser eterno.

Recuerdos los caminos de la pampa
donde los gauchos cantan al silencio...
la sucesión de postes y piquetes,
ese pasto que emerge señalando
sus panojas sedientas de rocío.
El aire mutilado por los grillos
el relámpago intruso que preanuncia
el agua generosa hacia la tierra.

Y fustigando siempre el horizonte
arribé a ese santuario de vivencias:
Buenos Aires, tus noches cerca al río
y junto al puente Alsina, guapo y noble,
bandoneón mezclado con nostalgia...
las Dársenas, San Telmo y La Boca
consabidos lugares legendarios...
pero no te palpábamos entre ellos
sino en la bruma tersa de tu río
en una vieja calle de Boedo
en el mesón gastado del café
donde la libertad tomaba forma
de heroína lejana y deseada.

Seguí hacia el norte en busca de tus formas
extensos territorios de llanuras
con sus cañas boreales incrustadas
de espinales hirientes e invasores
de polvorienta sed en la sequía
de inundación constante con las lluvias

Chaco Gualamba, te amé entre quebrachos
perseguidos por las sierras traicioneras
que en inglés esparcían aserrín.
Chaco, mezcla de gringos y de tobas...
tu Pilcomayo de interfluvios vagos
en la sabana paraguaya tersa
transido de nostalgia Guaraní.

¿Y no es el pantanal tu pubis virgen
cuya vitalidad enfurecida
en los húmedos estíos se recrea?

Busqué la mata Atlántica ascendiendo
en los restos que quedan de otro tiempo
donde reinaba la selva junto al mar.
Se esfumó en el oro que produjo
para comprar esclavos en subastas…
Brasil de los turistas, continente,
país del carnaval organizado...
pero nuestro Brasil es de su vientre,
del legendario y mítico Amazonas,
de la Caatinga seca, tosca y dura,
de la amalgama humana de colores
del cósmico hibridaje creativo...

El gran río se llevó en sus entrañas
los bosques convertidos en cenizas
los suelos destrozados por el surco
convirtiéronse de a poco en desierto
transitando desde el verde hacia el rojo
de suelos lateríticos dolientes.
Muchas etnias también se extinguieron…

El implacable afán colonizante
hizo estallar en llanto a la selva…
las copas de los árboles gigantes
no protegieron más a los indígenas
su mundo se fue junto a los bosques.
Vi en Belem a Yemanjá junto a su historia
transportada en olas africanas;
palpé aquí el hechizo alucinante
del rito de la tierra madre nuestra
rogando que Xangú los expulsara
a esos duros Exús de más al norte.

Deambulé en el altiplano silencioso
Oruro me contó su historia trágica
de mineros tragados por la tierra…
Los mosaicos de los valles interandinos
en esos cuadros pintados con pinceles
sumergidos en tintas de pobreza…

Potosí, tu argentado cerro,
inmenso sarcófago de ancestros estrujados
me hizo mirar al sur de Tiahuanaco...
¿Por qué el cóndor dejó el Alto del Sama?
¿Por qué su sombra amplia no se esparce
desde esa fortaleza descolgada?

¿Dónde escapó el tatú, el cernícalo,
la vicuña, la alpaca y el ñandú?
Sus hogares arados, cercenados...
!América, te secan lentamente!
recolectando el mar tus estructuras
vaciándote tu dermis y tejidos
en el continuo flujo de tu savia
que transforma tu intensa geología
formada en los procesos milenarios
en cálidas y gélidas etapas,
deformada en los años demenciales
de saqueos foráneos e intestinos.

Abajo el Urubamba me situó
surgiendo recortado Macchu-Picchu...
oprimió mi garganta una paloma...
Muchos han alabado tu grandeza,
después de nuestro Pablo poco queda..
Pero yo reivindico tu cubierta
tus pastos emergiendo entre las piedras,
tus terrazas, la base de tu fuerza.
Del fecundo maíz hay pocos cantos,
de ese maná ancestral americano
de ese vigor del germen reprimido
que realizó el incásico milagro
de acariciar el sol entre picachos.

Deambulé en mosaicos de sembríos
con gente de ropaje de arco iris
desde el mar subí entre tus flores:
Quito de mil colores tornasoles
que renuevan tus nubes por instantes
templo de las alturas susurrantes
coronado por volcanes vigilantes

Descendí desde el páramo embebido
de jardines donados por los dioses
donde escuché los siglos naufragados
donde navegan capullos en el tiempo...
Me envolvió Bogotá con su sabana
con verde enloquecido de rocío...
ese mar de gramíneas que encandila…
Es Colombia abrasada por los Andes
que origina tu intensa geografía.

Tus collares de montañas azarosas
descubren día a día sus entrañas
y organizan tus múltiples parajes
contrastando con la magia de tus seres
Antes de la amalgama de las flechas
con miles de armaduras y arcabuces
tu perpetua y dura geografía
estaba poseía de culturas
de palacios, pirámides y estatuas.

El Asia desde el Norte, por Alaska,
los rostros de dulzura mongoloide,
el camino ancestral desdibujado...
Tlatilco apareció en la penumbra
de las lejanas noches primitivas
mostrándome sus dioses y sus gredas

El sol en la pirámide formóse,
la fuerza constructora de imperios
habló en Teotihuacán y sus contornos...
Me impregné de esas viejas cicatrices...
¿Dónde quedó Mixcoatl y su gran hijo?
¿Quizás en los pinceles de Rivera
o en las lejanas huestes de Zapata?
Miré en Chichen-Itzá tu firmamento
para verlos luchando en las estrellas...

América del Centro me llevó
a compartir las cálidas vivencias
a rechazar enclaves bendecidos
para entender las luchas de tus gentes
Nicaragua, se agitan tus volcanes
que irrumpen desde el fondo de tu vientre
mostrando fumarolas libertarias
y erupciones de sangre si te agreden

Desde el cielo a tus arenas arribé,
aguijones de luna y de rocío,
el amplio cañaveral incorporado
Escambray decididamente nuestro.
Tus ojos de agua y piedra tienen brillo
por la inclemente lucha generada.
!Tus palmeras trajeron el murmullo
del sueño universal que se alejaba!.

Fue la noche que hirsuta me envolvía
en la invadida selva arrinconada...
incliné la cabeza en la penumbra...
el caoba talado, cercenado,
el cedro, el palo santo, los alerces
el caucho con sus largas cicatrices,
la palma lacerada y encendida.

Forzando la mirada en el ocaso
herido por las sombras de la noche
que mordían rincones luminosos
busqué sin resultado aquellos árboles
centenarios, que antaño me cubrían
de estrellas indiscretas y brillantes.
¿Dónde quedó el ombú y el babazú?
A los coihues cortaron sin descanso,
el puma no encontró su madriguera...
la impúdica versión de la miseria
se expandió con la muerte de la fauna

Regresé nuevamente a mis orígenes
a nuestro canto austral y libertario...
al roble moribundo me abracé...
entre lengas y coigües milenarios.
Sentí la presencia de aquel Selk’nam
que en el bosque esparció su pensamiento:

“Deambulan aun nuestros espíritus
buscando entre los tuyos a hermanos
que no solo no agredan a su entorno,
que vean a los ríos y lagunas
a los bosques, colinas, y montañas,
al guanaco, al albatros y al pingüino
como parte del mundo de los nuestros”

“Cuando sea la tierra rescatada,
cuando no la adelgacen ni la expriman,
cuando crezcan árboles sin temores,
cuando ballenas surquen los océanos,
espíritus antiguos de los nuestros
se introducirán en los de ustedes
y resucitemos en sus cuerpos
porque forman un todo con la tierra
y no morirán mientras ella exista”

Se esfumó la silueta entre los árboles
lo despidió un chercán con su trinar…
Las piedras pensativas de mis sienes
revelaron de pronto mi cansancio...
y grité en la estepa infinita:
!Rebélate América y despierta!
Enséñame a construir sobre pantanos
emerge floreciendo los trigales,
ahoga las canciones de sirenas
que ocultan eslabones de miseria...
las manos todas juntas, apretadas,
con resto de la selva calcinada...
para que el maíz dé mazorcas abundantes
para recuperar la vida desafiante...
Dejaron a padres y hermanos
A una familia entera
A amistades y a novias
A su maravillosa tierra
Con el alma acongojada
Y una tremenda pena
Estando casi seguros
De jamás volver a verla
Pues no había alternativas
Eran tiempos de preguerra
De pobreza y escasez
De buscar otras fronteras
El viaje fue por vapor
No había otra manera
Muy largo y sacrificado
En condiciones severas
Y así una vez arribados
A esta su nueva tierra
fueron formando familia
y superando su pena
de haber dejado Croacia
Ahora su lejana tierra
Gentes sencillas y honestas
Que muy bien y a su manera
Nos educaron y dieron
valores a toda prueba
los cuales agradecemos
como magnífica herencia.
NADA
Tus ojos
y nada más.
Fuera de ellos
todo es fugaz.
Nada en el mundo
cabe en el rumbo
de tu mirada, nada;
sólo la nada
que en tu azul
quedó varada.
Pero eso fue todo,
y ahora es nada.

YO
Soy yo,
y tú también,
porque en cada parte
de mi ser estás,
y no tengo una hora
en la que no mores
ni un lugar donde tu
alma no me habite.

UNA APRECIACIÓN
Surjo en el silencio
de esta noche tardía,
como un ácido luminoso
restalla en la nada,
para sembrar el aire
de muerte y de vida,
y esparcir sueños
en tibia bandada.
Soy promesa alada
y pálido relumbre,
luz de geometría
ensimismada,
y también,
¿por qué no decirlo?
oscuro desconcierto.
Y si lo distante y lo profundo
no son la misma cosa,
como volar cual mariposa
no es recorrer el mundo,
lo cierto
es que mi palabra es fuego,
así que avanzo y retrocedo,
subo, bajo y quiero,
y la libertad se enciende
a un lado y otro
de mi estero.
Amanecí con buenos sueños
naufragando con ganas de resolverlos
sequé mi cara mojada
deseando que me buscaras
bajo cielo, sobre tierra
me propuse desafiar
días sin causa
leí y lo escribí
imaginándome en mil enredos
volé con mi mente
esperando tu llamado
sobre el muelle de mis sueños
solté el ancla de mi memoria
levanté mis piernas de la nada
sin saber que me llamaba
fui a buscar lo que esperaba
océanos en calma
hacían mis noches largas
sentía que todo podía cambiar
en un segundo no más
el cielo volver a mirar
luego despertar
sintiéndome capaz de todo
reencontrarme conmigo
al fin...
estar contigo.
Hijos les quiero expresar
Lo mucho que yo los quiero
Y por eso con esmero
Los he querido criar.

Y en la crianza esmerada
Está clara la exigencia
Del educar a conciencia
Con bondad administrada.

Y esa clase de bondad
No es en nada limitada
Solamente está enfocada
A lo que es la realidad.

Y es que en la vida real
No es fácil lograrlo todo
Por eso, de ningún modo
Puedo ser tan servicial.

Más bien hacerles saber
Que todo requiere afán
Pues muy poco lograrán
Con simplemente querer.

Pues todo lo que queremos
Requiere de sacrificio
Que con ningún artificio
De otra forma lo obtendremos.

Así mi no dar a veces
Muy lejos de desamor
Es una forma de amor
Que ya apreciarán con creces.
A mi papá le gustaba cariñosamente llamarme «Dormilón» en nuestra original y antigua lengua kawésqar; era la forma de referirse a mi feliz y plácida condición de seguridad y confianza que me entregaba el mismo, en mi rapidez con la que una vez que me acomodaba en nuestra silenciosa y apacible canoa y junto al calorcito de nuestra fogata que permanecía siempre encendida dentro, sobre arena y barro seco junto a mi querido perro «Juguetón», me dormía y viajaba plácidamente junto al vaivén que producía el pequeño oleaje cercano a las playas de los cientos de amplios, profundos y espejados canales que acostumbrábamos a recorrer orillando por nuestra especial tierra ancestral.

Esto sucedía cada vez que mi papá, luego de asegurarse que las condiciones del permanente y lluvioso clima de nuestra húmeda tierra se aclara y despeja con alguna aparente calma, toda mi familia estaba lista y dispuesta para salir de pesca, de caza y de recolectar huevos y las necesarias y gigantescas cholgas y otros mariscos que eran nuestros principales alimentos que al retorno a nuestra aldea en Puerto Edén ahumábamos para conservarlos mejor y que consumiríamos secos o en olorosas y deliciosas sopas calentitas que preparaba mi mamá con gran cariño, especialmente durante el tiempo de los grandes vientos, de las espesas nevazones y de las lluvias torrenciales.

Yo disfrutaba del hermoso recorrido, me impresionaban los verdes y tupidos bosques, las grandes y poderosas montañas nevadas, sus cascadas, el canto de los pájaros, el rápido avance de los delfines y lobitos que nos salían al encuentro, amaba el respeto que mis papás tenían con toda nuestra naturaleza, por lo que siempre me repetían: «dormilón», “la madre naturaleza es buena y generosa con todos nosotros» las personas de carne y hueso», pero debes siempre respetarla y no destruirla sin una debida y necesaria justificación.

Recuerdo que una vez sucedió algo muy especial y poco común: mientras papá remaba, mi mamá guiaba la canoa en la parte trasera, que ahora conocemos como “popa” junto al timón y yo me había ubicado en la parte delantera la “proa”, como siempre disfrutando del paisaje, vimos como una gigantesca ballena se acercaba lentamente a nosotros mostrando su hermosa cola cada vez que se sumergía, a su lado saltaban alegres delfines acompañados por lobitos que rápidamente estuvieron a nuestro lado, grande era nuestra sorpresa cuando escuchamos que en nuestra propia lengua todos los animales nos saludaban y agradecían el respeto que nosotros teníamos con ellos, así eran felices y podían vivir libres y seguros, compartiendo con nosotros esta inmaculada y bella naturaleza, presente con las variadas aves en el cielo, diversos animalitos en la tierra y en el agua…

Pero grande fue mi sorpresa cuando repentinamente desperté mojado por la sacudida de una pequeña y fría ola que se había colado a nuestra canoa … al parecer todo había sido para mí solo un hermoso sueño, pero mi papá desconociendo absolutamente todo esto y para mi asombro, lo primero que me preguntó fue decirme: ¡Dormilón, dormilón!

¡Te perdiste de escuchar la voz de la ballena, de los delfines y los lobitos que se acercaron a nuestra canoa mientras tu … dormías!.
Esto me pasó cuando tenía casi 15 años, allá por el año 1953. Los “vapores” Porvenir y Minerva, después de tanto luchar cruzando el Estrecho, habían dejado de navegar entre Punta Arenas y Porvenir. En sus ausencias, los que íbamos a la Isla debíamos navegar en la cubierta de la incansable Goleta Gaviota, o, a veces, cuando regresábamos desde Tierra del Fuego, en algún cúter que hacía el cabotaje en el Estrecho de Magallanes. Los viajes no eran sencillos pues las pequeñas embarcaciones tenían con frecuencia que bregar con un mar agitado. En una ocasión demoramos 14 horas para cruzar el Estrecho, y la fuerte corriente nos empujó hasta la altura de Fuerte Bulnes.

Había viajado a Tierra del Fuego en Julio aprovechando las vacaciones de invierno, que en eso entonces en Magallanes duraban un mes. Cuando decidí regresar bajé desde el campo al pueblo y solamente encontré en el viejo muelle de Porvenir un cúter listo para partir atiborrado de fardos de lana hasta el límite. Eran las 3 de la tarde y el frío calaba hondo pues el viento no dejaba de aullar. Me acerqué y en ese momento apareció el capitán, un hombre de gruesos mostachos con el típico gorro de marino. Le pregunté si me podía llevar; su amable respuesta fue positiva. El cúter tenía además del capitán, un mecánico y un solo marinero, que oficiaba también de cocinero.

Eran las tres y media y el sol empezaba a bajar hacia el horizonte. Estábamos listos para soltar amarras cuando aparecieron en el muelle tres mujeres muy pintadas y alegres, que dijeron venir del Cabaret Palermo, rogándole al capitán que las llevaran a Punta Arenas. Muy entusiasmado accedió. El motor del cúter rompió la monotonía de una población detenida por el hielo. Sólo se veían las humaredas de las estufas a leña que funcionaban a full para capear la bajísima temperatura que se sentía.

El cúter de color rojo contrastaba con las lomas nevadas de la parte sur de la bahía. Salimos serpenteando esas sinuosas curvas que conectan con el mar abierto. Todos, menos el capitán y yo, iban en la pequeña caseta inferior que cobijaba al motor, a los camarotes y a una pequeña cocina. Me preguntaba cómo podían caber allí cinco personas. El mar, como casi siempre en esta área, estaba bastante encabritado. El capitán me dijo que bajara a la caseta, pero le contesté que prefería seguir en cubierta para evitar marearme. Me puse en el único espacio que quedaba entre los fardos: al lado de la rueda del timón, siempre mirando la línea del horizonte para evitar el mareo. El viaje, según el capitán, duraría cuatro horas, ya que el cúter avanzaba como máximo a seis millas por hora. Esto siempre y cuando no tuviéramos algún percance, tal como ocurrió más adelante. Cuando el mar se moderó, el capitán me preguntó “¿Vio cómo se maneja esta embarcación?” Ante mi respuesta positiva me dijo: “Entonces tome el timón; enfile siempre hacia esas luces que son las del muelle de Punta Arenas; cuando alcance a ver una luz roja, esa debe ser su guía, trate de que la ola no le pegue totalmente de costado”. “Yo me iré abajo a descansar.”

Me posicioné de la rueda del timón y como asiduo lector de las novelas de Salgari, me sentí como el “Tigre de la Malasia” surcando peligrosos mares en un bergantín. Pero no habían piratas en el Estrecho; sólo algunas toninas que se aparecían cuando la luna se reflejaba en ellas. Tuve una extraña sensación, mezcla de fortaleza, poderío sobre el mar, y sueños de mi imaginación de juventud.

Ya había anochecido. La sensación térmica debido al viento reinantes era de a unos diez grados bajo cero. Empezaba a congelarme en especial, las manos. Llevaba una hora o más en mi conducción cuando repentinamente el motor dejó de funcionar. El capitán en mangas de camisas salió a cubierta para contarme sobre la avería y decirme que por favor no soltara la rueda pues ellos iban a tratar de arreglarla. Sin el ruido del motor pude escuchar mejor lo que pasaba en la caseta: la radio sonaba y había una zalagarda en la que participaban las tres mujeres y la tripulación. Mientras escuchaba la rasposa radio, las exclamaciones, y los cantos, trataba de mantener firme el timón para evitar los golpes de la ola.
El tiempo empezó a ser eterno; ya no era el intrépido Sandokán surcando los mares sino un congelado joven aferrado a la rueda de un timón.

Habría pasado una hora cuando de improviso el motor empezó a funcionar. El capitán supuso que yo seguía en mi función pues, al parecer la fiesta era tan buena, que no se dio la molestia de subir a verme.
Retomé el rumbo, y volví a ser como un viejo lobo de mar volando mi fantasía hacia lejanos continentes, islas exóticas, y aventuras. También había leído a Coloane, y las travesías de canales y golfos de aventureros y cazadores, así como las hazañas de Pascualini y su famosa embarcación Domitila. Era uno más de ellos, surcando canales, esquivando roqueríos, desafiando tempestades. La fiesta seguía y la música no paraba. Mi cuerpo estaba entumecido con una manifiesta hipotermia, pero me sentía contento de dominar este pequeño corcel flotante.

El muelle lentamente apareció en toda su dimensión y seguía el cúter enfilando hacia él. Me empecé a poner nervioso, pues cada vez crecían su tamaño. “Capitán, capitán” grité con fuerzas esperando que me oyera.
Después de un rato, apareció el cansado capitán. “Capitán, voy a chocar con el muelle”. A lo que me dijo: “No te preocupes, aún quedan 15 minutos”. Se dio media vuelta y volvió a su fiesta. La música siguió tocando, y yo entumecido, seguí guiando mi corcel a su caballeriza, pero ahora sin imaginarme nada, solo pensando en llegar en buena forma.
Alcancé a divisar en la cabeza del muelle a mi amigo Osvaldo esperándome; con ese frío era la única persona presente allí a esas horas. Supuse, y no estuve errado, que se había puesto de acuerdo con mis padres, obviamente preocupados por mi viaje.

Cuando vi que se me venían encima las sogas, los neumáticos de defensa, y las maderas, apareció el capitán que rápidamente se hizo cargo del timón y realizó junto al marinero, y con la ayuda de mi amigo, las faenas de amarre.
Con agilidad subieron al muelle capitán, marinero y mecánico, y solícitamente ayudaron a las damas a subir los escalones. Una vez terminadas las tareas, los tres se despidieron cariñosamente de las damiselas prometiendo sin mucha fuerza volver a encontrarse. Después el capitán se me acercó, y me dio un fuerte abrazo felicitándome y agradeciéndome la colaboración. Muy contentos también hicieron lo mismo el marinero y el mecánico. El capitán agregó. “Mi estimado amigo, este cúter siempre estará a su disposición, y en forma gratuita”.

Poco y nada entendía Osvaldo sobre tanto agradecimiento. Salimos lentamente del muelle y me preguntó qué había pasado, por qué habíamos llegado tan tarde, y si habíamos tenido algún inconveniente. Tiritando y aunque apenas podía hablar, lo miré con aires de superioridad y le dije:
“A un lobo de mar no se les hacen esas preguntas; todo lo que pasó queda entre nosotros “los marineros”; así es el pacto de la gente de mar.”