Columna «El Mercurio de Antofagasta», de su obra ”Palabras humildes”
Noche de luna y de astros. En el cielo cada estrella es una gota de luz flotando en el infinito y desplazándose de Este a Oeste con precisión matemática.
Abajo en la pampa inmensa- la soledad me lame las manos con la humildad de la oveja y me muestra las maravillas de lo creado y la omnipotencia y sabiduría del Creador.
Dios es Amor - me dice- y la llave mágica que abre la puerta de todos los corazones, que lima asperezas y cura todas las heridas. Él repudia el odio, las luchas y las guerras y predica la paz, esa paz que es oración en la mirada mística y apacible de la oveja.
Un rayo de sol, filtrándose entre las hojas de una encina, me observa desde el otro lado de los cristales de la ventana.
Bienvenido, hermano. Pasa y adéntrate en mi corazón. Quédate en él y hazlo humilde, generoso y bueno. Enséñale a entregarse como tú te entregas y a ser útil como tú lo eres.
Dile que se acerque a la flor, al agua y los hombres, a la flor para que se regale con su perfume, al agua para que se impregne en su pureza y a los hombres para que los ame, los sirva y los comprenda, porque hay que amar para ser amado, servir para ser servido y comprender para ser comprendido.
Canta el agua fresca y rica de la fuente que repica.
Yo la miro y la escucho y la admiro mucho, mucho. Y la siento. Y presiento, de repente, que en mi pecho hay otra fuente que murmura, que repica y que alegre, fresca y rica, con el agua de su canto todo en torno lo salpica.
¡Que repiquen las campanas cristalinas de mi alma, que repiquen sin cesar, que estoy lleno de alegría, de alas, trinos, melodías y de sol primaveral!.
Yo sé que todas las estrellas tienen una ventanita abierta hacia el mundo y que, desde allí, nos miran los que nos amaron y se fueron.
Algunas noches, cuando me asomo al patio de la casa, observo las estrellas que titilan y me pregunto en qué lucero estará mi amada, desde qué ventanita me estará mirando. Y a ratos, la más pequeña y la más lejana de todas deja de parpadear.
¿Serán sus ojos que se cierran? ¿Querrá decirme algo? No sé, pero una brisa suave y profunda- el recuerdo- pasa junto mi corazón y lo envuelve su aroma.
Si el camino está sembrado de espinas, riégalas con amor y sigue. A poco, se convertirán en capullos.
El cardo no clava cuando una mano piadosa lo toca con amor, porque el amor ablanda hasta la roca más dura.
Las penas y los dolores, que son las espinas del alma, se transforman en rosas cuando les habla el consuelo movido por el amor.
Alma, siembra amor por donde pases y no habrá espinas ni cardos que no sepan a suavidad de pétalos. Ama y aromarán hasta las zarzas del camino.
En la buena o en la mala, siempre estoy contento: contento de estar vivo, contento de servir y contento de querer.
Desde que rompe el alba hasta que despuntan las primeras estrellas, vivo en éxtasis contemplando las maravillas de lo creado. Todo es hermoso, todo es perfecto y todo lleva el sello de la mano omnipotente de Dios.
Crece la espiga, madura el grano y, luego, lo convertimos en nuestro pan de cada día. Y lo tenemos en la mesa familiar y en la mesa de los altares, alimentándonos el cuerpo y alimentándonos el alma.
Amo la vida y siento sus vibraciones en mi corazón como un canto de esperanza Y río. Y gozo. Y sobre todo, amo.
Si quieres que te amen, te sirvan y te respeten, comienza por amar, servir y respetar al semejante: hay que dar para recibir.
Si tú consuelas a los que sufren, serás consolado y si ayudas a los caídos, serás ayudado, pero no esperes que los otros te den lo que tú no das.
El hombre que tiene el corazón abierto y la mano extendida para los demás, a donde vaya encontrará corazones abiertos y manos extendidas.
El que siembra cosecha. Y si tú siembras amor, cosecharás amor, porque cada cual recibe el fruto de lo que siembra.
La vida es un campo fértil que da un rinde del ciento por uno cuando se le cultiva con cariño y buena voluntad. Hermano, sé tú el brazo que siembra en el corazón del prójimo y serás querido y respetado por todos.
Cultiva tu espíritu en el amor y hazlo que ame lo creado, desde el más insignificante de los objetos hasta la más lejana de las estrellas.
En todo cuanto existe está la mano de Dios. El hizo el mundo, los seres y las cosas. Y los hizo con amor.
Cuando te creó a ti te dio algo que te distingue del resto de los seres vivos: la razón, luego puso en tu pecho un parte de su alma y te hizo inmortal.
Fuiste creado a su imagen y semejanza. Y cuanto hizo lo hizo para ti, sólo para ti.
Mientras la tarde declina y las sombras bajan de los cerros vecinos, en el cielo se encienden las primeras estrellas.
Es una tarde apacible que invita a meditar. Y pienso que, si los hombres nos amáramos un poco y nos comprendiéramos más, el mundo sería muy distinto a lo que es: no habría odio ni luchas ni guerras las bombas, los cohetes y las balas estarían demás y la vida sería un remanso de paz donde imperaría el amor.
Recuerdo que, hace veinte siglos, un soñador humilde predicaba la fraternidad por los campos de Judea. Era un hombre bueno y amaba al prójimo. A ese hombre lo crucificaron los mismos a los que El amó tanto.
No lo comprendieron. Y si volviera a predicar, lo crucificarían de nuevo, porque, a pesar del tiempo transcurrido, los hombres siguen siendo como antes.
Las campanas de la iglesia apuñalan el aire: es la hora del Angelus.
Si encuentras obstáculos en el camino, enciende la lámpara de la esperanza y sigue adelante.
Ten fe en ti mismo y acuérdate que “puede el que cree que puede” y que el triunfo es más meritorio cuanto más ha costado conseguirlo.
Las victorias fáciles no dejan rastro y hasta se olvidan, no así las que se han obtenido con perseverancia y sacrificio.
El hombre con fe mueve montañas. El abúlico no llega a ninguna parte porque retrocede al primer contratiempo.
No te dejes vencer por los obstáculos: luchar con fe es conseguir el triunfo. ¡Adelante!.
Si tú perseveras en los propósitos conseguirás cuanto quieres.
Una voluntad decidida junto a una confianza firme, nos llevan al triunfo.
Si tú amilanas al primer fracaso o cedes al primer contratiempo, no llegarás al fin que te propones: sólo los decididos consiguen el éxito.
Insiste, sacrifícate y la victoria será tuya.
Desde el otro lado de los cerros, el alba asoma su rostro fresco de niña. Trae luz en la boca y las mejillas húmedas de rocío.
Pronto despuntará el sol. Y zumbarán las abejas, rebasará el néctar de los pistilos y la mañana será un pomo de perfume.
Crecerá el día, despertarán fábricas y talleres y el humo de las chimeneas escribirá en el cielo el más hermoso himno a la esperanza. Y reirán los niños. Y habrá pan en la mesa de los humildes. Ningún mal pensamiento, ninguna sombra en el alma de los hombres. Y desde cada corazón agradecido, subirá hasta Dios esta plegaria:
Gracias te doy, Señor, por estar vivo. Gracias te doy, Señor, por existir. Por el pan de cada día y la inefable alegría de ser útil y servir.
A medida que las sombras avanzaban y se encendían las estrellas, el viajero se iba desdibujando en el camino hasta perderse en la oscuridad.
Sus pasos eran lentos y notoria su despreocupación por todo lo que le rodeaba.
¿Problemas? Muchos y graves: el odio estaba desplazando al amor en el corazón de los hombres y éstos no se querían ni toleraban. Y comenzaron las bombas, las metralletas y los asaltos, el mundo se convirtió en campos de lucha y pueblos y hogares fueron reducidos a ceniza.
Los encuentros siguen, las calamidades aumentan. Y por las tardes, cuando las sombras avanzan y los astros encienden sus fanales, un hombre visita las ruinas y, llorando, se pierde en la noche con su corona de espinas, sus llagas y sus dolores.
Abuelito, cuando te veo caminando con pasos inseguros, temblorosos y afirmado en un bastón, te imagino una parte de la historia del pasado que se va para no volver.
Los ancianos con como las sombras: se van diluyendo lentamente hasta desaparecer, pero no se pierden del todo, porque se prolongan en nuevos y sucesivos brotes a través de generaciones y generaciones.
Cuando tú partas, abuelito, pondré tu imagen en mi corazón e irás conmigo donde yo vaya. Te besaré las manos noche y día y hablaremos como dos amigos, tal como lo hacíamos como cuando yo era pequeño.
No dejes que las sombras invadan tu corazón.
Mira al Oriente y báñate en su luz. Ella te llevará hasta Dios por el amor.
La noche es sombra. Y cuando se hace en nuestro corazón, la alegría se apaga, el pensamiento se oscurece y las tinieblas invaden nuestro espíritu.
El amor es luz. Ama y todo brillará a tu alrededor. El mundo tendrá otro aspecto para ti, la paz te cubrirá con sus velos de esperanza y serás feliz. Huye de las sombras y busca la luz. La luz es Dios…
Cuando hagas algo, hazlo con amor.
Las cosas hechas con amor son siempre mejores que las que se hacen por cumplir o por salir del paso.
El amor no sólo abre todas las puertas, hace, también las mejores obras, tanto espirituales como materiales.
Todo lo que ejecuta lo hace desinteresadamente y con esmero y no escatima sacrificio alguno para llevar a cabo cuanto se propone en beneficio de los demás.
Construye, pero no destruye; levanta, pero no humilla.
Anda de la mano con el altruismo y la bondad es su mejor aliada. Cuando hagas algo, hazlo con amor. No olvides que hacer bien las cosas es una forma de servir al semejante.
Hermano, pisa suavemente la tierra por dónde vas. No olvides que está formada por la cal de los que nos precedieron y que tú y yo volveremos a mezclarnos con ella algún día.
Cuando bebas agua del arroyo, arroja al suelo algunas gotas para que se refresquen los labios deshechos de los que ahí descansan.
El sol y el viento queman y calcinan sus huesos. Humedécelos un poco para que sientan el frescor que tanto necesitan. Refréscalos, ya que, de repente pueden brotar rosas de las cuencas descarnadas y la ceniza de los muertos asomarse al mundo por los pétalos de alguna corola o por las antenas verdes de sus estambres.
Pulvis eris…