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Poemas de su libro «Obras escogidas»

Poemas de su libro «Obras escogidas»


De la quiebra en un rincón,
el tosco cactus florido,
alza su brazo torcido
para dar gracias a Dios.

Y con sentido fervor,
mientras la tarde declina,
sobre su tallo se empina
y le presenta una flor.

Es un capullo encarnado
que le brota del costado
y reverbera a la luz…
Como aquel otro – divino -
que el hierro abrió de Longinos,
en el madero, a Jesús.


Días oscuros, de angustia,
padece la multitud.
Pero, soberbia en su duelo,
rehúsa a buscar consuelo
y amor y paz en la cruz.

En tanto, tristes, desiertos,
desde su augusta prisión,
dos ojos siempre entreabiertos,
de sangre y polvo cubiertos,
derraman gracia y perdón.


Entre las ruinas del templo
que destruyera el cañón,
un Cristo decapitado
abre sus brazos llagados
en actitud de perdón.

Y al par que, muda, la muerte
en torno de Él avizora,
el rostro del Redentor,
tirado allá en un rincón,
mira a los hombres… y llora.


Bajo este tosco sayal
que Tú me diste, Señor,
late y palpita una flor
que, de amar tanto, está triste.

Triste, sí…porque el amor
es una pena florida.
Y yo que vivo de amor,
a modo de corazón,
llevo una pena encendida.
¡Bendita pena la mía,
fuente de amor y dolor!.


Luce, entre las piedras,
el cardo una corona y una flor.
Ésta es humilde y de espinas
Cristo tiene una divina
y el capullo es de dolor.

Cuando paso y lo contemplo
siempre triste como yo,
me pregunto confundido,
si no llevaré escondido
un cardo en mi corazón.


Hazme, Señor, como el río
que, de la cumbre a la mar,
alegre corre cantando
y que, cantando se da.

O como hiciste a la nube
que cruza la inmensidad
y riega el campo y se pierde
sin devolverse jamás.


Muere la tarde bajo un cielo rosa.
Corre el viento en puntillas. Calla el mar.
Y un frufrú de alas rotas en el alma
nos dice de algo nuestro que se va.

Yo procuré ser útil y ser bueno
Y si lograrlo aún no he conseguido
a tus pies, nuevamente confundido
imploro que me ayudes, Nazareno.

Aparta de mi senda la perfidia
que tanto he combatido y despreciado
Hazme pobre y humilde, pero honrado
y aléjame del odio y de la envidia.

Si de gula pequé, dame templanza
si dudas tuve, infúndeme confianza
y si soberbio fui, dame la humildad...
Que con tales virtudes, peregrino
sembrando iré a lo largo del camino
el fuego de tu ardiente caridad.


En pleno “rajo” enterrada
yace la firme barreta
que la suerte pizpireta
allí dejó abandonada.

Su tosca masa oxidada
al viento Sur que la besa,
deja caer su tristeza
sobre la Pampa soleada.

Y a eso de la oración,
cuando el último arrebol
del día los montes dora,
con qué efecto sobrehumano
recuerda la ruda mano
que la empuñara…y llora.


Bajo los rayos del sol
o a través de la neblina,
al hombro el saco de harina,
marcha el fuerte mocetón.

De su mejilla el sudor,
mientras alegre camina,
va mezclándose a la fina,
blanca carne del Señor.

Y así este obrero de abajo,
ante el altar del trabajo
que inciensa el viento del mar,
Amasa continuamente,
con el sudor de la frente,
su propia hostia y su pan.


Fue tan sólo nuestro idilio,
y, como sueño, se deshizo en breve,
Las rosas del amor viven un día,
lo que dura su aroma y, luego, mueren.

Humo de ilusión, llegó hasta el alma,
y, en nube azul, la envolvió entera,
Pasó la brisa del olvido pronto,
arrastró la nube y me dejó con pena.

Hoy sólo en mi memoria vives,
como el aroma sutil de algo lejano,
Las rosas mueren… el amor se apaga,
¿Por qué, entonces, te recuerdo tanto?


Hermano
dame ambas manos
y ausculta mi corazón.

En sus rojos surtidores
no caben no, los rencores
en ellos solo hay amor.

Amor, amor…y algo más
la blanda y dulce quietud
del cielo cuando amanece
rosa pálida que crece
al despertar de la luz.


Porque traté con ternura
a los que sufren dolor
y amé en cada creatura
la mano del Creador

Porque puso en toda herida
la palabra estremecida
y el bálsamo de amor
hoy tengo el alma florida
y paz en el corazón.


Si vivo junto al dolor
y sé lo que es el sufrir
dame por gracia, Rabí
el dulce mal del amor
para así, amando, morir.

Vivir amando es sufrir
sufrir amando es gozar
la suprema, excelsa paz
de este dolor de vivir
para darse a los demás
¡Y yo me quiero morir
sangrando de tanto amar!

Fulgen arriba, los astros
sueño que es rosa el botón
y en este ambiente de calma
la paz es lumbre en el alma.
y aroma en el corazón.

¿Fortuna?... ¿A qué la fortuna
si, en mi apacible humildad
en cada estrella distante
tengo un bruñido diamante
y una gran perla en la luna?

Yo te bendigo, madre, a toda hora
por tus noches de insomnio y por tu afán.
Pero más, mucho más, porque pusiste
en este pobre barro que me diste
un corazón tan grande para amar.

Señor, Señor, mi corazón desierto
hasta ayer, de bondad y de ternura
se halla pleno de amor y de dulzura
y a todo bien, de par en par, abierto.

Mi panal de ilusión que estaba muerto
vuelve a llenarse de la miel más pura
y es fuente inagotable de ventura
mi porvenir que parecía incierto.

Por todo este favor inmerecido
por toda la virtud que he recibido
por todo lo que tengo y no he ganado.
Haz, Señor, que mi mano aún impura
derrame, sobre toda creatura
el tesoro de gracias que me has dado.

Toca, toca y repica
toca ligero toca ligero
que el día ya se despide
por los senderos.

Mira
de las quebradas
bajan las sombras
alborozadas.

Y en los chamantos
de la neblina
se acurruca, temblando
la vieja encina.

Una oveja bala
silva el ovejero.
Y su silbo prende
todos los luceros.

¡Y qué locura esta locura mía
de hallarlo todo color de rosa
de amar, reír y de prender el alma
en cada corazón y en cada cosa!

¡De ver la vida palpitante radiante
en todo su esplendor. Y dondequiera
la dicha en frescos brotes, de alegría
vibrando bajo un sol de primavera.

Manos que el viento reseca
y el trabajo endurece
son rosales que florecen.

Y tus manos
deformadas y callosas
están cargadas de rosas.

De rosas frescas prendidas
al tallo de mil heridas
que el noble arado te abrió.

Hermano
en el hueco de tus manos
florece el beso de Dios.

Cuando el postrer resplandor
del día raya la arena
y cubre su faz morena
de singular bermellón.
Sobre el enhiesto peñón
las bullangueras garumas
esponjan sus pardas plumas
y se saturan de sol.

Alzan el vuelo, en seguida
truenan su nota sentida
y, desde el piélago azul
Con majestad y donaire
van dibujando en el aire
mil arabescos de luz.

Por el ancla que ostenta orgullosa
en tu pecho de alegre marinera
eras flor del desierto, la primera
de esta tierra esforzada y generosa.

Fulge en tu frente de nortina diosa
todo el sol de la pampa, de manera
que, a ratos, en la puna reverbera
con vivos de guirnalda luminosa.

Nacida entre fecundos minerales
oro, cobre, nitratos a raudales
al mundo das en fraternal aporte
Y para ello mil brazos musculosos
rasgan los prietos vientres fabulosos
de cumbres y salares de este Norte.

Ya maduró la espiga y el robusto grano
muestra el oro rojo de la sazón…
El campo es un mar de esperanza:
brisa y sol.

En la quietud de las horas
del paisaje de estío
se ha dormido la tarde…
El sol desciende al ocaso
aroma, perezoso, el aire.
Noche…Silencio… La luna
el misterio de la sombra rasga...
El campo es un mar de fuego: oro y plata.

Si eres modesto, está bien.
Y sin eres pobre, mejor.
Qué más que un rico sin alma
vale el humilde que, en calma
vive consigo y con Dios.

No siempre otorga la dicha
el que lo tiene, el caudal.

En cambio, nuestra pobreza
¡qué llena está de belleza!
si la sabemos llevar.

Ni quietud, ni pesar, ni sobresalto.
Mi senda es rectilínea, a pleno sol.
Y ora en la buena o de todo falto
siempre miro adelante y pienso alto
feliz con lo que tengo y lo que soy.

Potro chúcaro que corres.
y te desbocas y saltas.
y, envuelto en nubes de espuma.
relinchas rumbo a la playa.

Que te recoges furioso.
para volver a la carga.
cada vez con nuevos bríos.
y con indomables ansias….

¿Qué mano empuña tus riendas?.
¿Quién te dirige y te lanza
qué siempre idéntica ruta.
huellan tus cascos de plata?

Como una vela en el mar
empujada por el viento
va surcando el firmamento
la nube primaveral.

Con qué gracia singular
en rauda carrera loca
gira, vuelve o se desfloca
en la azul inmensidad

Más si rumbo al Occidente
cesa el viento de repente
y el sol la besa en la faz
la alba nube, enrojecida
finge fresca, abierta herida
desangrándose en el mar.

Cuando la loca juventud me sonreía
radiante y luminosa
a través del cristal de veinte abriles
miraba lo externo de las cosas…
Y el ansia de vivir me consumía.

Hoy que otoño, reposado y frío
del cristal empaño la superficie
con la amarga experiencia de lo vivido
desconfiado, miro el alma de las cosas…
Y el hecho de vivir me causa hastío!

La mañana gris de otoño
sangra de dolor
y llora sus tristezas
como mi corazón…

Mañanita de otoño gris y fría
huérfana de sol.
Tus lágrimas hieren muy hondo
mi sensibilidad y lloro…
Soy huérfano que sufro de tu mismo mal.
¡Mañanita de otoño triste y pálida
hermana en el dolor!

Señor, Señor
Que importa que el invierno prenda
a mi sien sus níveas mariposas
si mi alma entera es un rosal florido
lleno de luz y de alas caprichosas…
Sembré de amor mi alegre primavera
y hoy cosecho rosas.

¿Sombras?... ¿Penas?
¡A qué sombras!
Si desde que rompe el sol
vibra entera la creación
en un himno a la alegría
Y en todo hay luz y poesía
y vida , y gracia y color.

Y canta el ave y la flor
y el agua de los esteros.
¡Y hasta el azul de los cielos
es un poema de amor!

Quisco que sabes de penas
de soledad y de llagas.
Por tu figura triste
por tu humildad franciscana
por tu angustia y tus dolores
y tus lágrimas cuajadas
en mil rubíes de flores

¿Por qué no fuiste la cruz
del más pobre de los pobres?...
¡Ningún lecho como tú
para el “Hijo del Hombre”!

Jamás, jamás desengaños!...
Yo pongo en todas las cosas
el perfume de mis rosas.

Y mientras otros se afanan
en disputarse el rencor
yo vivo para el amor.
¡Y para que este rosal
no cese nunca de dar rosas
en mi corazón!

¿Gema o flor?... No lo sé. Pero, graciosa
cuando el sol de costado la acuchilla
rompe en vivos de luz, fulgura y brilla
o finge el rostro de temprana rosa.

Tallada por la mano prodigiosa
de una alegre Sirena, allí en la orilla
es del mundo la octava maravilla
y el orgullo del Norte, por lo hermosa.

Prendida a un arrecife en la playa
que la esbelta garuma timbra y raya
con sus dedos menudos, displicentes
Diríase un brillante que se engasta
en pleno corazón de Antofagasta
y abierto hacia los cinco continentes.

Todos comprenden, Señor
que aquel que siembra en el suelo
rosas de paz y consuelo
y ama y protege al hermano
tiene la llave en la mano
que abre la puerta al cielo.

Por eso yo te amé
y puse en todas las cosas
tu amor divino y mi fe
hoy tengo cual lo esperé
el alma llena de rosas.

¿A qué la gloria o la fama?…
Quiero ser como el de Asís
asar amando en el mundo
no ser servido y servir.

Llegar sereno a la meta
sin nerviosismo o dolor
seguro de haber dejado
todo el camino sembrado
con trozos del corazón.

Y partir… sin más bagaje
que una apacible quietud
y en el alma estremecida
el recuerdo de una vida
que fue un reguero de luz.

Alma, ¿qué tiene esta tarde
que nunca vi en las demás?
¿Quietud, tal vez? ¿Sutileza?
Pero una vaga tristeza
muere en la luz vesperal.

Las olas vibran y estallan
y ágiles vienen y se van.
En tanto, desde la playa
algo, algo se desmaya
como un dolor, sobre el mar.

Al tallo mismo adherida
o en algún brazo implantada
es roja sangre cuajada
sobre el rubí de una herida.

Y cuando pierde la vida
porque se agosta y se apaga
, sigue brillando en la llaga
como un fanal, encendida.

Bohemio y soñador, amo y admiro
cuanto existe en el mundo, porque infiero
que todo es obra de un genial obrero
Artista y Creador en quien me inspiro.

No hay sitio o ruta en que no estén sus huellas.
Su cuadro principal,” El Universo”.
“El Hombre Rey”, su más sublime verso.
Y su mayor capricho, “Las Estrellas”.

Al ángelus, cuando el sol
se oculta allá en Occidente
la Pampa gris y candente
se da toda a la oración.

Con qué sentido fervor
el tosco surco y la loma
se santiguan cuando asoma
la luna, hostia de Dios.

Y a medida que la noche
de las estrellas el broche
prende en el mágico lienzo
del infinito, la mano
del viento cordillerano
derrama aromas de incienso.

Volver a amar… Ay si pudiera
después de haber amado y sufrido
rehacer la perdida primavera
y volver a vivir lo que he vivido!

No amaría una vez, sino mil veces
y en cada boca de encendida grana
junto a la miel del voluptuoso beso
en éxtasis de amor, pondría el alma.

Volver a amar… He amado tanto
y cada nuevo amor, fue nueva herida…
Para amar y sufrir, es un suspiro
la breve primavera de una vida!

Por cada injuria una rosa
al que me ofende le doy.
Y en esta forma piadosa
hago labor silenciosa
para más gloria de Dios.

Si me diste la gracia de ser bueno
y el corazón dispuesto para amar
transfórmame, Señor, para quererte
más allá de la vida y de la muerte
a tus pies, en un lirio o en rosal.

O en la modesta lumbre que, a tu lado
arda con débil, temblorosa luz…
Como aquella que humilde, humildemente
proyecta sobre el muro de repente
en los templos, la imagen de la cruz.

Yo que no supe de abrojos
en mi senda regalada
no me atrevo, sin sonrojos
a contemplarte a los ojos
porque no merezco nada.

Por si Tú lo permites
como una gracia, Maestro
haz que al llevarme la muerte
me halle al término, por suerte
de mi último “Padre nuestro”.

Un faro frente a la mar
y en un recodo escondido
mi viejo pueblo querido
y en él amores y hogar.

Allá en la arena a secar
redes y jarcias tendidas
trozos de velas destruidas
y barcas que no saldrán.

Que no saldrán…porque, rotas
son como blancas gaviotas
que hiriera algún vendaval.
Y que, entreabriendo las alas
se aduermen sobre sus galas
en actitud de volar.

La suave brisa, mientras tú la aspires
perfumará mi senda en grácil vuelo
¿No viniste hacia mí para consuelo?
¿No te busqué para que tú me inspires?
Porque en ti, que eres todo cuanto ansía
en su sed de belleza el alma mía
halla mi amor virtud, fuego y confianza
Estimulo mi fe…, rumbo mi anhelo
Y si no hubiera Dios creado el cielo
tú serías mi cielo y mi esperanza.

Toma, Señor, esta mi pobre arcilla
que dejo aquí a tus pies y con tu celo
hazla buena y humilde, hazla sencilla
como el arroyo en que se mira el cielo.

Es tuya, toda tuya: Tú la hiciste
con barro celestial, alegre y mansa
Te la entrego - ya ves - marchita y triste
y huérfana de amor y de esperanza.

Devuélvele la paz: en Ti confío…
Tras turbulento andar se aquieta el río
y al fin se limpia en el crisol del llano.
Yo la llevé al abismo y la pendiente…
Hazla pura, de nuevo, y transparente…
Será una gracia de tu santa mano.

Yo que he vivido soñando
soñando me he de morir.
en soñar puse mi empeño
y así de ensueño en ensueño
soñando he sido feliz.

Amante de la belleza
y esclavo de la verdad
despierto, cuánto no vi.
Ahora, quiero dormir
dormir tranquilo y soñar.

Soñar que el odio no existe
que el bien ha vencido al mal
. Que guerras no hay ni tiranos
que somos todos hermanos
y que vivimos en paz.

Hay días en que se viste
entera mi alma de gris
y sufro y me siento triste.
Triste por todo… y por mí.
¡Por todo! Y por esta angustia
que azota a la humanidad.
Por la esperanza que muere.
Por la maldad que nos hiere.
Y el pobre amor que se va.

Cuando me hiere la espina
del odio y la incomprensión
busco quietud y descanso
en la fe, eterno remanso
de paz, consuelo y amor

Perdono, entonces, la injuria
y olvido cuanto pasó.
Y ya cerrada la herida
vuelvo otra vez a la vida
con más cristiano fervor.

Vuela el perfume al espacio
cuando abandona la flor
y el alma asciende hasta el cielo
cuando se escapa del suelo
en alas de la oración.

Yo humilde y pobre creatura
indigna a todo favor
también alzarme podría
hasta tu alcázar un día
si Tú lo ordenas, Señor.

Acurrucadita al sol
en la puerta de su pieza
sueña cuando era traviesa
y tuvo el primer amor.

Cuando el abuelo le dio
se entiende que por descuido
aquel beso “desabrido”
el que nunca perdonó.

Y se sonríe o suspira
despierta nerviosa…mira
y se traspone otra vez…
Porque es constante sus anhelo
de soñar con el abuelo
que hace tiempo que se fue.

Ama y no mires a quien.
Sirve y márchate, en seguida.
Que así se llega
al corazón de todos.

Servir es darse un poco cada vez.
Amar es darse siempre.
Y el que ama y sirve
jamás siembra en vano.

¡Ya está la luz en mí, ya nació el día!
Y todo en torno en claro sol se baña.
El valle es un prodigio en tonos verdes
¡Y qué de embrujos de color en mi alma!

Todo en mí es una cuerda que se agita
mi corazón sencillo, una balada…
Estoy alegre… soy feliz… y río
¡abierto al porvenir y la esperanza!

Vuelve a mi corazón y haz que sonría
como otrora el amor y a la ventura
que el sol ya reverbera allá en la altura
y es un lago de luz al claro día.

Vuelve a mi corazón, mi ser te ansía.
Sin ti la senda es áspera y oscura.
¡Óyeme un poco!... Y hasta la roca dura
tendrá tintes de regia pedrería.

Y cuando llegues brotarán, graciosas
de todas mis angustias, frescas rosas
el erial de mis sueños dará flores.
Y en el regazo de esta azul mañana
mi fe en la vida, al repicar ufana
disparará uno a uno, mis dolores.

Hoy que el ambiente nos pesa
como una fatalidad
danos un alma de niño
con limpidez de cristal

Un alma toda esperanza
libre de culpa y maldad.
Señor, tan diáfana y simple
como la luz de un fanal.

Campanita pascual que toca aprisa
desde la torre de mi corazón
es esta fresca y chispeante risa
que salta, corre y piruetea al sol.

¡Cómo canta feliz cuando repica!
¡Cómo esparce sus notas en redor!
La clara fuente al musitar repica
y repica, también, mi corazón.

El agua del arroyo o del estero alienta
canturreando, en el sendero
la verde yerba que se empina al sol
Mi risa, en cambio, es agua que salpica
que salta, corre y, a la vez, repica
desde la torre de mi corazón.

¡Qué laxitud, qué cansancio!
Sobre el yermo
deja caer sus flechas incendiarias
un sol de fuego.

Arden las costras. Se derrite el suelo.
Y el aire, enrarecido, se detiene
las alas pliega e interrumpe el vuelo.
Mediodía en la puna. Y… ¡qué sueño!.

Con los brazos siempre en cruz
y a los pedruscos asido
vive empinado y erguido
buscando el cielo y la luz.

Y al trisarse el resplandor
del día sobre el collado
vierte sangre del costado
por la llaga de una flor.

A plena luz o en la bruma
Tu carne es siempre la misma
Corteza de pan moreno
Con oro adentro por miga
Tostado al sol de los siglos
Y con tatuajes encima.

Saltimbanqui de la Pampa
trompo de viento, cucarro
que saltas, corres y giras
y al cielo subes bailando
sin que tu púa se aleje
del lomo gris de los llanos.

Maestro de las maromas
trapecista del espacio
¿dónde, di, está la cuerda
que te impulsara en el salto?

En la pampa secular
con la barreta o la pala
nadie le vence o le iguala
porque no tiene rival.

Alegre siempre y jovial
es más que amigo: un hermano…
Y al darnos ruda su mano
con ella el alma nos da.

Al ímpetu de su hierro
pare la Pampa o el cerro
el “ORO BLANCO” o metal.
Y así esta tierra querida
por su brazo removida
se hace hostia y se hace pan.