Por Patricio Espejo Leupin, Geólogo e Investigador
La oficina Chacabuco es un caso muy especial dentro de lo que fue la antigua industria salitrera del sistema Shanks. Muchos de sus rasgos la hicieron única, y los episodios que albergó le dieron un estatus que, lamentablemente, no ha ido aparejado con la protección que merece. Por otra parte, y quién sabe por qué motivos, se han popularizado grandes inexactitudes -verdaderos mitos- sobre su historia y características, y sorprende encontrar fuentes “oficiales” que yerran en casi todos los ámbitos. La lista daría para otra columna. Debido a ese despropósito escribimos una detallada investigación aclarando su historia, con numerosa información primaria e inédita recogida de fuentes de archivo. Ese trabajo forma parte de un libro sobre Chacabuco autoría de Ricardo Pereira Viale, y que hoy está en la pugna de “fondos concursables” para ver la luz.
Pero volvamos a lo que nos convoca. A fines de 1924, la nueva máquina se encontraba en condiciones de funcionar. Desde el inicio de su construcción en 1920, sus dueños (la Compañía Lastenia y desde 1923 The Lautaro Nitrate Co., bajo el control yugoslavo de Baburizza, Lukinović y Cía) tenían cifradas grandes esperanzas en el proyecto. En la mañana del miércoles 26 de noviembre la empresa concretó una sencilla pero significativa ceremonia inaugural, eligiendo el momento en que se “corriera el primer caldo” de los cachuchos, es decir, cuando los estanques de lixiviación de caliche entregaran su primera solución rica en nitrato. La extracción y acopio del caliche, como era habitual, había comenzado mucho antes.
El lugar elegido para los honores fue la explanada junto a la planta, atiborrada de obreros e invitados de todo el Cantón Central. El lugar fue embanderado con los pabellones de Chile y de la patria de sus dueños, el Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos. El momento estelar fue el bautizo de la máquina, con la presencia de los padrinos: el ingeniero chileno William J. Clayton (diseñador y constructor de la oficina) y su esposa Lucy. Justo en el momento en que corría el caldo de los cachuchos a los chulladores, Lucy rompió una botella de champaña, mientras un centenar de obreros lanzaban los “hurras” de costumbre.
Luego, vino la recepción en la flamante Casa de la Administración, donde el Administrador Francisco Simunović hizo un brindis por el progreso de la nueva salitrera, destacando la inversión de Baburizza para construirla. La empresa planificó una gran celebración popular, evento que se iba a realizar a mediados de enero de 1925 con la presencia del gerente, Franjo Petrinović Karlovac. Pero la política quiso otra cosa. En esos días se produjo el golpe de estado contra la Junta de Gobierno de Luis Altamirano, y así la “Chacabuco”, tristemente, se quedó sin fiesta.
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