Nuestro Rincón Literario
Poesía socios CPEAC
Pablito vivía en el campo con esa inocencia que tienen los niños que se crían lejos de las ciudades.
Le gustaban todos los animales pero sobre todo los caballos a los que podía pasar mucho tiempo observando, descubriendo en ellos su manera de caminar, su pelaje, sus colores, sus movimientos. Y se divertía poniéndole nombres a cada uno, que él mismo inventaba.
Y un día descubrió que una de las yegüitas, a la que había bautizado con el nombre de “Zandunga”, estaba con su guatita como un poquito inflada. Y cada día notaba que estaba más y más inflada.
Por eso, preocupado, pensando en que podía estar enferma, le preguntó a su mamá:
“¿Mamá, que le está pasando a la “Zandunga” que está como hinchadita?”
“Nada malo Pablito, solo que pronto va a ser mamá y lo que tiene en la güatita es un potrillito que está creciendo en ella cada día más, hasta que esté lo suficientemente grande como para nacer”.
Así Pablito quedó más tranquilo pero ahora muy pendiente de cuando iba a ser el día de ese nacimiento.
Cuando el potrillito nació quedó muy sorprendido porque éste tenía unos hermosos colores blanco y negro, que formaban como cuadritos en su pelaje, los que no nunca había visto en el resto de los caballos que formaban la tropilla.
“Mamá, mamá, nació el potrillito de “Zandunga”. Estuve pensando qué nombre le voy a poner y el que se me ocurre es “Cuadritos” por los colores blanco y negro que tiene”.
“Mamá, ¿y por qué tiene esos colores si ningún otro caballo los tiene?”.
“Porque su papá es el más negrito de la tropilla y “Zandunga” es blanca como un copo de nieve”.
Y “Cuadritos” se convirtió en el regalón de Pablito al que alimentaba, a veces a escondidas, con terrones de azúcar, pedacitos de zanahorias y otras golosinas que le gusta a los caballitos, que “Cuadritos” comía de su mano. Tanto fue el regaloneo que “Cuadritos”, cuando Pablito salía a caminar por el campo, lo seguía como un perrito.
Pablito sabía que, cuando los caballitos eran ya grandes, para poder andar en ellos, había que amansarlos y, al ver cómo lo hacían, le daba mucha pena porque parecía que los veía sufrir.
Por eso decidió que nunca iba a dejar que eso pasara con “Cuadritos” y él mismo se propuso “amansarlo” pero con caricias y regaloneos.
Un día los papás de Pablito vieron, muy sorprendidos, que Pablito estaba montado en “Cuadritos” y se asustaron pensando en que se podía caer y lastimar.
“Pablito, ¡Cuidado que “Cuadritos” puede corcovear y tirarte!”.
“No, papá y mamá, “Cuadritos” nunca me va a tirar. Yo con puro cariño le enseñé que, si yo quería andar en él nunca me iba a pasar nada malo. Así me aceptó y es por eso que puedo andar en él siempre seguro.
“Cuadritos” vivió muchos años hasta que se convirtió en viejito siendo siempre el leal amigo y compañero de Pablito.
Quiero que cada kilómetro Te hable con gozo Se levante de sol Y brille en tu corazón. Hoy me volví padre Las noches derramadas en mis ojos Ahora ríos de un solo mar Tocan alegres las aguas de Brač. Hoy me volví padre Esta noche en tu descanso Mi niño tomará tu mismo aliento Anclará luz amaneciendo El dolor traspasará de paz. Hoy me volví padre.
(Concurso de poesía Hrvartis, 2do. lugar) Sangre, Mar y Sur un hilo invisible a la distancia de una nostalgia de la sangre que no es agua pero sí un sendero proa a una nueva vida y retorno para un recuerdo.
Esa carta partió mi pecho Letras nubladas color roca Lapidaron mi alma Con vileza de puñal. El abrazo con mi hermano Laceró nuestras espaldas Sangre de la guerra aquella Tu sangre dolida de distancia. Aún recuerdo ese adiós Tú en esa costa blanca salina Nosotros embarcados Nunca más pude volverte a ver. Se despiden las nubes Y se rompen cómo Adriático Se despide mi alma Y florece en la tuya de amor. Madre descansa calma En la morada eterna Otac tomará tu mano Serás mi estrella dulce y luminosa Madre descansa en paz.
(Concurso de poesía Hrvartis 1er. lugar) Draćevica te miro hoy desde el molino La dorada luz del atardecer te baña Como si oro en polvo te hubiera llovido En el corazón de Brač escondido Abrazado por un mar de esmeraldas Recostado en el regazo de Dios Te pareces a un destello divino Tu sangre y tu vino hoy corren por mis venas Como la savia lo hace en los milenarios olivos La robusta fuerza de tu alma indómita palpita En momentos mágicos sin descanso ni fatiga Tus muros y tus hijos en tantas mesas compartidas Me contaron las verdaderas historias de tu pueblo Que forjaron con su ejemplo tus viejos que han partido Legando a sus hijos su eterno amor por Draćevica. El viento me trae tu aroma de lavanda Cuando el ruido de los grillos inunda mi alma Mientras las uvas maduran en las parras Siento la música fluir de tus gargantas. Cuando la luz del sol ya se esconde A mi amada le digo caminemos lentamente Que el tiempo no vea nuestros pasos Ni tampoco escuche nuestros besos Así ciego y sordo de pronto se detenga Para hacer este momento perpetuo.
Até estos sueños míos Cómo rugiendo Levantándose en la furia De este austro que me habla ¡Dame tus dolores que los calmo! ¡Dame tus anhelos que los yergo! Me diste tus manos nuevas< Donaste a mi reino tus tesoros Te traeré las cumbres últimas En el inicio fecundo De tu mar que sabe a Balcanes Y bebe con ardor las aguas de mi austro.
Un dolor palpitante del que no se puede escapar, un gran sentimiento de vacío profundo en el centro del pecho, ganas de que todo se acabe de una vez; al mismo tiempo de una necesidad imperante de modificarlo todo.
Ganas de matar asociadas a uno mismo, casi suicidas, casi de alma en pena.
Ganas de no abrir los ojos y quedar perpetuamente en brazos de Morfeo, rosando con los dedos nuestros sueños, esperando en un lugar cómodo, donde todo es posible y nadie nunca se va. Aquel espacio de entresueños en el que no es ni día, ni noche, sino un eterno, “in between”, en el que todo se mantiene y nada se derrumba.
Necesito volver a sentir que la vida tiene algún propósito romántico, que las cosas nunca son imposibles.
Necesito que algunos despierten de esa quimera que los mantiene enclaustrados en un imposible, que abran los ojos y puedan darle la mano a la realidad. Conocerla, enemistarse y pelearse para fortalecer los lazos y que luego puedan consumar con ella una amistad inigualable, hermosa, llena de lo que hoy no está, con la que formar grandes y nuevas modificaciones a nuestro estúpido juego de la vida, y así, agrandar los contenedores para que quepan las nuevas cantidades de arena que conformaran los relojes interminables en los que quede espacio para todos, entonces, saltar de grano en grano se hará cada vez mas fácil, pues vivir dentro del reloj no será lo mismo, que solo observarlo.
Hoy mi piel se quebraja y se prepara para caer trozo por trozo, cual corteza de tronco, para nutrir el terreno que me rodea y presentarme una nueva oportunidad de ensanchar el grosor de mi tronco, agrandar mis raíces y extender mis ramas en busca de nuevos espacios en donde dejar salir mis hojas y florecer… para pronto poner a disposición mis frutos a quien se cruce por mi camino con el único afán de nutrir y alimentar.
Me extiendo desde mi pasado a mi futuro, viviendo mi presente, emprendiendo un nuevo camino de aprendizaje, enfrentándome a mi mismo para fortalecer mi nueva corteza y abrigarme de nuevas memorias. Y así, recordando aquello que mi alma alguna vez supo, edificaré peldaño a peldaño y pedazo a pedazo “mi casa en mi árbol” que albergará mi nueva infancia, mi nueva adolescencia, en este hermoso paraje que habitaré pronto junto a una maravillosa alternancia y biodiversidad de caracteres en el hermoso jardín del compartir.
(Prosa de autor español escrita en verso por Braiko) Hay una monjita bella En un convento de España Hay una monja feliz Que tiene manos de plata Manos suaves hacendosas Manitas bellas de santa Que laboran todo el día Que largas horas trabajan Que alimentan a los pobres Que a las flores dan el agua Que al cielo a veces se alzan Para adorar a la virgen Para alcanzar de sus gracias Pero la monjita bella Por un caballero amada Quiere dejar el convento Porque también ella lo ama Antes de irse le reza Y pide a la virgen santa Que le alimente a sus pobres Y que dé riego a sus plantas Y que cuide del convento Al cual deja con nostalgia Llega la noche muy negra Y ella sus ropas cambia Y saliendo de puntillas Deja la gloriosa casa En el portal está el hombre A quien ama con el alma Y con él se va y ya lejos Un beso a la virgen alza Y la monjita no vuelve Pasan largas las semanas Mientras tanto en el convento Sus hermanas no la extrañan La de las hermosas manos En un castillo se halla Olvidada por el hombre A quien aun ella ama Y la monjita recuerda Lo feliz que se encontraba Entre los jazmines blancos Entre las rosas rosadas Entre los jilgueros verdes Que su convento habitaban Pasa monótono el tiempo Siguen largas las semanas Y nuestra monjita bella Que en castillo se hallaba Turbada de soledad Una mañana se arranca Más tarde llega al convento Con cansancio y apenada Y cuenta a la superiora Que ésta nada en ella extraña Su fracasado amorío Con el caballero de armas Uno de barba azabache Del que poco recordaba La buena madre reía Sin dar mayor importancia A lo que la joven le hablaba Hija mía tú lo sabes Tú aquí siempre velabas Por tus pobres y tu iglesia Por tus rositas rosadas Por jilgueros y jazmines A los que tanto cuidabas Tal idilio que me cuentas Lo has soñado esta mañana Ve y sigue trabajando Que tus manos son de plata Asustada la monjita Bien pronto cuenta se da Que la virgencita santa Nuestra gran madre María Su ausencia reemplazaba Alimentando a los pobres Dándole riego a las plantas Y cuidando del convento Al cual ella regresaba.
Cómo puedes decir Ya no me quiero Si tú eres, El hermoso color de tus cabellos El maravilloso verde de tus ojos Tus lindas mejillas, tu nariz, tu ceño El rojo de tus labios La suavidad y tersura de tu cuello Tus hombros femeninos Los hermosos bultos de tus senos Tu regazo maternal Que acunó a tus hijos en sus sueños Tu cintura, tus caderas de mujer El contorno suave de tus piernas La linda forma de tus pies y de sus dedos Pero tú eres mucho más que solo cuerpo Eres ternura, alegría, eres vida Eres inteligencia y sentimiento Eres amiga, madre, hermana, hija Eres mucho más que todo eso Quiérete por lo que tú eres No es poco, ¿cierto?
Qué bello el mundo sería Si siempre en nuestro actuar Pensáramos en el otro Cómo lo puede afectar Y nunca siendo egoísta Solo en nosotros pensar Al conducir por ejemplo Respetar velocidad Todos los pasos de cebra Letreros no estacionar Y lugares reservados Para la tercera edad O de discapacitados Respetar siempre el lugar Los letreros ceda el paso Y en discos Pare, parar Respetar el medio ambiente Si hay basura que tirar Hacerlo donde se evite El entorno ensuciar Reciclar lo que se pueda También el agua cuidar Para no llegar al día Que nos empiece a faltar En todo lo cotidiano Al prójimo respetar Y si alguna vez sintamos Que nos pasan a llevar Cuando eso nos suceda Siempre hacernos respetar Respondiendo prontamente Pero con serenidad Que la cosa conversando Siempre se puede arreglar Para lograr todo esto Empezar por educar A nuestros hijos queridos En el seno del hogar Como no todos los niños Esa suerte la tendrán Profesores de colegios Ellos deben cooperar En instruir a los niños En el siempre respetar Solo así llegará el día En que en el mundo morar Sea algo muy hermoso Solo para disfrutar
Deja que tu existencia fluya Déjala recorrer por los caminos Que día a día tu voluntad y entorno Van construyendo desde que eras niño Disfruta de la vida simplemente Teniendo siempre por principio El no dañar a nadie en ese empeño Más bien procurando el beneficio De todo aquel que te rodea Padres, hermanos, amigos o enemigos Frente a la adversidad no te deprimas Acepta el plan que Dios tiene contigo No trates de culpar o bien culparte De lo que fue o lo que pudo haber sido Deja que tu existencia fluya Y, al fin, a Dios que guíe tu camino.
En aquellas noches En que el triste otoño Con sus lluvias frías Con sus vientos sordos Todo lo entristece Yo me siento solo Y en mi soledad Me pregunto cómo Cómo estarán aquellos Los que sufren, ¿cómo? Los que sin un techo Los que sin un toldo Llenos de pesares No tienen un poco Del calor, del pan De lo que yo gozo ¿Creerán en Dios? ¿Creerán en nosotros? ¿Odiarán al mundo que los deja solos? O ya no podrán Sus resecos ojos Volver a llorar O quizás tampoco Ya puedan sus labios Desahogar su enojo Gritar, maldecir A todos y a todo Y entonces pienso en mí Y me encuentro poco Me siento egoísta Impotente lloro Yo que tengo hogar Yo que siempre como Cuánto me he quejado Y lo tengo todo Y la noche fría Y el viento de otoño De susurro triste Semejando coros Se llevan mis penas Me dejan más solo.
La edad, esa tirana implacable Que nos marca día a día Que sigue sin un descanso El pasar de nuestras vidas Mostrándonos sus efectos Sin estar nunca vencida Como siempre recordando Lo fugaz de nuestras vidas De jóvenes no los vemos Ni pensar que llegarían Los efectos de la edad A complicarnos la vida Los percibimos muy lejos Por allá, en algún día En que mejor no pensar Como si la juventud sería Algo que siempre durara Que nunca terminaría Por más que nos arreglemos Por medio de cirugías Al final siempre aparecen Las odiadas arruguitas O queramos ocultar Por medio de tinturitas El color de los cabellos Esas rebeldes canitas Que siempre reaparecen En pocos o varios días Por eso no hay que esconder Nuestra edad cual si sería Algo que nos avergüence Que ocultar de nuestra vida Mas con orgullo asumir Nuestra edad con hidalguía Viviendo con dignidad Nuestra edad, día tras día.
Siempre el decir te quiero A quien quiera que se diga Debe implicar compromiso Y nunca debe decirse Sin estar bien convencido De ser incondicional Con el ser que es querido Un compromiso real Que no quede en el olvido Que jamás lo ponga en duda Cualquier mal rato vivido Que no sea el rencor El que afecte el cariño Si no siempre el perdonar Si alguien se siente ofendido Quedando intacto el amor Entre los seres queridos Por eso el decir te quiero Aunque suene muy bonito Debe decirse sintiendo Verdadero amor, genuino.
Nuestra tierra está muy triste La estamos tratando mal Contaminamos su aire Cada día más y más Botamos mugre en sus ríos En sus lagos y en el mar Poco o nada nos preocupa Todo lo que es vegetal Incendiando sus paisajes De manera intencional Talando sus arboledas Poco a poco sin pensar Que sin el verde la vida Muy poco puede durar Tampoco nos interesa Su hermoso reino animal Invadiendo sus fronteras Destruyendo su hábitat Extinguiendo a sus especies Que no resucitarán Inundaciones sequías Cada día las hay más Temperaturas extremas Que nos cuesta soportar Terremotos y tsunamis Se repiten sin cesar Catástrofes huracanes Y epidemias además Es lo que estamos viviendo Cada día más y más El por qué tanto desastre Nos debemos preguntar Será que la pobre Tierra Ya casi no guanta más Y es como se está defendiendo Es su forma de expresar Que paremos nuestro embate Que no la ataquemos más Pues si eso no sucede Solo nos cabe esperar Que lo que ahora es defensa Se convierta en un vengar Aun estamos a tiempo De poder reflexionar Y concluir cuanto antes Y ya no tardarnos más Que cuidar a nuestra Tierra Sea lo que importe más De manera que la vida Pueda siempre perdurar.
El domingo cuando, a la hora de almuerzo, queríamos colocar pimienta a la sopa, nos encontramos con que había desaparecido el “pimentero”, aquel aparato de unos 30 centímetros de altura y unos 8 de diámetro, de madera, que usamos todos los días para moler la pimienta.
Primero buscamos en los lugares más recónditos de la cocina: en la alacena, detrás de cualquier caja o armario, debajo de otro tanto de cosas, nada. Algo de ese tamaño no es fácil de perderse. Así que, con poca esperanza, seguimos buscando por la sala, el quincho, hasta en el baño (solo nos faltó debajo de la cama). Quedó solo una posibilidad, buscar en el tacho de la basura, ya que aunque es redondo podía haber seguido los pasos de la famosa “tortilla”, pero para cuentos ya tenemos bastante con lo que está pasando. Y ahí estaba el malvado, en un saco negro de basura, esperando ser enviado al basurero al día siguiente.
Empezamos a conjeturar sobre cómo evitar pérdidas similares en el futuro. Después de cuatro meses de pandemia todo es posible. Una posibilidad es atarle un cordel de unos tres metros al lugar donde siempre queda estacionado, otra alternativa es pegarle un chip, del tipo que usan las puertas de los automóviles y llamarlo a distancia. Por último, estimamos que debíamos recurrir a los amigos, que bastante tiempo tienen para idear más posibilidades.
Así que ahí va el concurso, ¿Cómo asegurarse que no se nos pierda de nuevo? El premio será entre uno y cinco granos de pimienta negra, dependiendo de la imaginación del ganador.
¿Hasta cuándo? Hasta que encuentre el paquetito de pimienta en grano que compré esta mañana y que, al llegar a casa, no encuentro. Debe ser que entre “sanitizar” lo comprado, rociar con cloro disuelto la suela de los zapatos, lavarme las manos y, por seguridad, ponerme un poco de alcohol-gel y sacarme el barbijo (tapabocas, mascarilla o como quiera que lo llamen).
Sobre este último artilugio, la verdad es que me han propuesto que no me lo saque ni dentro de casa: en el baño, para que no cante en la ducha; en la cocina y el comedor, para que no coma tanto; en la sala para controlar los garabatos cuando miro los telediarios; para otros lugares de la casa me ahorro el comentario, se me perdió el paquetito.
De antemano, gracias a todos por participar, así que descontráiganse “paso a paso” y pongan a trabajar sus cerebros en un concurso que solo se puede dar en tiempos de pandemia. Prometo enviar a todos las propuestas que reciba.
Cuento escrito por Milka e ilustrado por su hija Lena, especialmente para niños y niñas de la colectividad de ascendencia croata en tiempos de cuarentena, con algo más de espacios para compartir y crear en familia.
Aparatito infernal Que nos tiene convertidos Cual esclavos sometidos Es el fono celular Ha llegado a estar presente Casi en todo en nuestra vida Que ha quedado convertida En el estar siempre ausentes Ausentes en reuniones Ya sea con familiares Y también con amistades En todas las ocasiones Evita que disfrutemos De apreciar lo más hermoso Que este mundo sin un costo Nos ofrece con esmero Pues nuestra cabeza gacha No nos permiten mirar Y solamente apreciar Lo que aparece en pantalla Y algún día va pasar Que la evolución dictamine Que el ser humano camine Agachado y nada más Con la mirada enfocada Solo en el celular.
Ojos azules serenos y hermosos fiel espejo de tu alma ojos azules, preciosos que no dejo de admirar como admiro de ti todo Ojos azules, lindos ojos que me tienen encantado aun cuando muy poco tú me permites mirarlos y los veo solo en fotos ¿Qué puedo hacer? sea mucho sea poco para mirarte de frente no ya más en una foto y así sentirme en el cielo en el azul de tus ojos.
Encontraste en las páginas del viento el camino que esparce tus lamentos. ¡Despierta! te gritaron tantas voces desde los socavones de las minas y desde los maizales expoliados. Reconocí tu historia acumulada... tu grito tiene el timbre del saqueo con tantas primaveras desoladas... perseguida tu sangre en los extremos, reprimidos los ríos indomables coartado el amor entre trigales… !Oh mares de azucenas marchitándose! !Escribid este canto entre tus cantos! Soy uno entre tus hijos, uno más, que proviene de nieves intocadas con sangre forastera incorporada. Soy de los vendavales sin descanso junto a la cruz del sur sobre los coigües. Soy de diurna oscuridad de los inviernos soy de estíos de noches de crepúsculos. Tu grandeza, América, descubrí desde el vértice austral de Magallanes por la Tierra del Fuego sostenido. Tus floridas auroras invernales susurrando con nieves los desvelos que el Selk’nam nos dejó como lección: “Los blancos que creían sojuzgar a la tierra, madre de las madres, serán incorporados a su vientre… Cuando cientos de inviernos se disipen no será ya el mismo vuestro dios vuestras almas serán como las nuestras y al mirar estos bosques, estas praderas, estos ríos de aguas cantarinas, estos montes, que cercan nuestro mundo renacerá en vosotros nuestro espíritu porque ellos no perecerán jamás mientras siga existiendo esta tierra” La sombra de la estepa se agrandó tratando de llegar al infinito. Se esparció sobre el lago el crepúsculo con sus ondas de viento patagónico, ese viento ancestral, de furia intensa que modeló montañas y roqueríos que sólo lo venció la toldería; ese viento que estuvo allí presente cuando el Selk’nam habló tan sabiamente. No pasaron ni cien años desde entonces cuando con su canto subí hacia América… Primero me adoptó Chile central donde el cáncer de la tierra, la erosión, dominaba el paisaje de ilusiones con cárcavas en el suelo empobrecido Nuestros bosques caían arrasados nuestros pájaros caían cercenados nuestros peces caían en las redes pero de golpe empezaron las desdichas y empezaron a caer seres humanos… Al Sekl’nam visionario comprendí y al exilio partí con su mensaje. Hasta tu vientre América trepé primero lentamente en el océano después a tus entrañas laceradas. De tu interior traté de construir historias ancestrales de inmigrantes que veían en ti su esperanza. Quise encontrarte y verte en mis paisajes de otoños europeos con abetos... pero surgió entre volcanes la araucaria los gigantescos lotos amazónicos la explosión tropical de clorofila. Al recorrerte América sin pausa trepé a tus escaleras tornasoles a los Andes transidos de glaciales a las nieves sinuosas e indomables. Traté de conquistar donde nacía la aurora fulgurante que divide la dirección contraria de los ríos, al oeste, furiosos e inclinados al este, caudalosos, desbordados... Los valles Chalcaquíes me llevaron a contrastar oasis con sus cielos igual que en el Elqui legendario donde se alcanzan estrellas con las manos. Allí el cielo nocturno es una fiesta de cientos de astros en movimiento y al mirar esa bóveda, ese cénit, un instante puede ser eterno. Recuerdos los caminos de la pampa donde los gauchos cantan al silencio... la sucesión de postes y piquetes, ese pasto que emerge señalando sus panojas sedientas de rocío. El aire mutilado por los grillos el relámpago intruso que preanuncia el agua generosa hacia la tierra. Y fustigando siempre el horizonte arribé a ese santuario de vivencias: Buenos Aires, tus noches cerca al río y junto al puente Alsina, guapo y noble, bandoneón mezclado con nostalgia... las Dársenas, San Telmo y La Boca consabidos lugares legendarios... pero no te palpábamos entre ellos sino en la bruma tersa de tu río en una vieja calle de Boedo en el mesón gastado del café donde la libertad tomaba forma de heroína lejana y deseada. Seguí hacia el norte en busca de tus formas extensos territorios de llanuras con sus cañas boreales incrustadas de espinales hirientes e invasores de polvorienta sed en la sequía de inundación constante con las lluvias Chaco Gualamba, te amé entre quebrachos perseguidos por las sierras traicioneras que en inglés esparcían aserrín. Chaco, mezcla de gringos y de tobas... tu Pilcomayo de interfluvios vagos en la sabana paraguaya tersa transido de nostalgia Guaraní. ¿Y no es el pantanal tu pubis virgen cuya vitalidad enfurecida en los húmedos estíos se recrea? Busqué la mata Atlántica ascendiendo en los restos que quedan de otro tiempo donde reinaba la selva junto al mar. Se esfumó en el oro que produjo para comprar esclavos en subastas… Brasil de los turistas, continente, país del carnaval organizado... pero nuestro Brasil es de su vientre, del legendario y mítico Amazonas, de la Caatinga seca, tosca y dura, de la amalgama humana de colores del cósmico hibridaje creativo... El gran río se llevó en sus entrañas los bosques convertidos en cenizas los suelos destrozados por el surco convirtiéronse de a poco en desierto transitando desde el verde hacia el rojo de suelos lateríticos dolientes. Muchas etnias también se extinguieron… El implacable afán colonizante hizo estallar en llanto a la selva… las copas de los árboles gigantes no protegieron más a los indígenas su mundo se fue junto a los bosques. Vi en Belem a Yemanjá junto a su historia transportada en olas africanas; palpé aquí el hechizo alucinante del rito de la tierra madre nuestra rogando que Xangú los expulsara a esos duros Exús de más al norte. Deambulé en el altiplano silencioso Oruro me contó su historia trágica de mineros tragados por la tierra… Los mosaicos de los valles interandinos en esos cuadros pintados con pinceles sumergidos en tintas de pobreza… Potosí, tu argentado cerro, inmenso sarcófago de ancestros estrujados me hizo mirar al sur de Tiahuanaco... ¿Por qué el cóndor dejó el Alto del Sama? ¿Por qué su sombra amplia no se esparce desde esa fortaleza descolgada? ¿Dónde escapó el tatú, el cernícalo, la vicuña, la alpaca y el ñandú? Sus hogares arados, cercenados... !América, te secan lentamente! recolectando el mar tus estructuras vaciándote tu dermis y tejidos en el continuo flujo de tu savia que transforma tu intensa geología formada en los procesos milenarios en cálidas y gélidas etapas, deformada en los años demenciales de saqueos foráneos e intestinos. Abajo el Urubamba me situó surgiendo recortado Macchu-Picchu... oprimió mi garganta una paloma... Muchos han alabado tu grandeza, después de nuestro Pablo poco queda.. Pero yo reivindico tu cubierta tus pastos emergiendo entre las piedras, tus terrazas, la base de tu fuerza. Del fecundo maíz hay pocos cantos, de ese maná ancestral americano de ese vigor del germen reprimido que realizó el incásico milagro de acariciar el sol entre picachos. Deambulé en mosaicos de sembríos con gente de ropaje de arco iris desde el mar subí entre tus flores: Quito de mil colores tornasoles que renuevan tus nubes por instantes templo de las alturas susurrantes coronado por volcanes vigilantes Descendí desde el páramo embebido de jardines donados por los dioses donde escuché los siglos naufragados donde navegan capullos en el tiempo... Me envolvió Bogotá con su sabana con verde enloquecido de rocío... ese mar de gramíneas que encandila… Es Colombia abrasada por los Andes que origina tu intensa geografía. Tus collares de montañas azarosas descubren día a día sus entrañas y organizan tus múltiples parajes contrastando con la magia de tus seres Antes de la amalgama de las flechas con miles de armaduras y arcabuces tu perpetua y dura geografía estaba poseía de culturas de palacios, pirámides y estatuas. El Asia desde el Norte, por Alaska, los rostros de dulzura mongoloide, el camino ancestral desdibujado... Tlatilco apareció en la penumbra de las lejanas noches primitivas mostrándome sus dioses y sus gredas El sol en la pirámide formóse, la fuerza constructora de imperios habló en Teotihuacán y sus contornos... Me impregné de esas viejas cicatrices... ¿Dónde quedó Mixcoatl y su gran hijo? ¿Quizás en los pinceles de Rivera o en las lejanas huestes de Zapata? Miré en Chichen-Itzá tu firmamento para verlos luchando en las estrellas... América del Centro me llevó a compartir las cálidas vivencias a rechazar enclaves bendecidos para entender las luchas de tus gentes Nicaragua, se agitan tus volcanes que irrumpen desde el fondo de tu vientre mostrando fumarolas libertarias y erupciones de sangre si te agreden Desde el cielo a tus arenas arribé, aguijones de luna y de rocío, el amplio cañaveral incorporado Escambray decididamente nuestro. Tus ojos de agua y piedra tienen brillo por la inclemente lucha generada. !Tus palmeras trajeron el murmullo del sueño universal que se alejaba!. Fue la noche que hirsuta me envolvía en la invadida selva arrinconada... incliné la cabeza en la penumbra... el caoba talado, cercenado, el cedro, el palo santo, los alerces el caucho con sus largas cicatrices, la palma lacerada y encendida. Forzando la mirada en el ocaso herido por las sombras de la noche que mordían rincones luminosos busqué sin resultado aquellos árboles centenarios, que antaño me cubrían de estrellas indiscretas y brillantes. ¿Dónde quedó el ombú y el babazú? A los coihues cortaron sin descanso, el puma no encontró su madriguera... la impúdica versión de la miseria se expandió con la muerte de la fauna Regresé nuevamente a mis orígenes a nuestro canto austral y libertario... al roble moribundo me abracé... entre lengas y coigües milenarios. Sentí la presencia de aquel Selk’nam que en el bosque esparció su pensamiento: “Deambulan aun nuestros espíritus buscando entre los tuyos a hermanos que no solo no agredan a su entorno, que vean a los ríos y lagunas a los bosques, colinas, y montañas, al guanaco, al albatros y al pingüino como parte del mundo de los nuestros” “Cuando sea la tierra rescatada, cuando no la adelgacen ni la expriman, cuando crezcan árboles sin temores, cuando ballenas surquen los océanos, espíritus antiguos de los nuestros se introducirán en los de ustedes y resucitemos en sus cuerpos porque forman un todo con la tierra y no morirán mientras ella exista” Se esfumó la silueta entre los árboles lo despidió un chercán con su trinar… Las piedras pensativas de mis sienes revelaron de pronto mi cansancio... y grité en la estepa infinita: !Rebélate América y despierta! Enséñame a construir sobre pantanos emerge floreciendo los trigales, ahoga las canciones de sirenas que ocultan eslabones de miseria... las manos todas juntas, apretadas, con resto de la selva calcinada... para que el maíz dé mazorcas abundantes para recuperar la vida desafiante...
Dejaron a padres y hermanos A una familia entera A amistades y a novias A su maravillosa tierra Con el alma acongojada Y una tremenda pena Estando casi seguros De jamás volver a verla Pues no había alternativas Eran tiempos de preguerra De pobreza y escasez De buscar otras fronteras El viaje fue por vapor No había otra manera Muy largo y sacrificado En condiciones severas Y así una vez arribados A esta su nueva tierra fueron formando familia y superando su pena de haber dejado Croacia Ahora su lejana tierra Gentes sencillas y honestas Que muy bien y a su manera Nos educaron y dieron valores a toda prueba los cuales agradecemos como magnífica herencia.
NADA Tus ojos y nada más. Fuera de ellos todo es fugaz. Nada en el mundo cabe en el rumbo de tu mirada, nada; sólo la nada que en tu azul quedó varada. Pero eso fue todo, y ahora es nada. YO Soy yo, y tú también, porque en cada parte de mi ser estás, y no tengo una hora en la que no mores ni un lugar donde tu alma no me habite. UNA APRECIACIÓN Surjo en el silencio de esta noche tardía, como un ácido luminoso restalla en la nada, para sembrar el aire de muerte y de vida, y esparcir sueños en tibia bandada. Soy promesa alada y pálido relumbre, luz de geometría ensimismada, y también, ¿por qué no decirlo? oscuro desconcierto. Y si lo distante y lo profundo no son la misma cosa, como volar cual mariposa no es recorrer el mundo, lo cierto es que mi palabra es fuego, así que avanzo y retrocedo, subo, bajo y quiero, y la libertad se enciende a un lado y otro de mi estero.
Amanecí con buenos sueños naufragando con ganas de resolverlos sequé mi cara mojada deseando que me buscaras bajo cielo, sobre tierra me propuse desafiar días sin causa leí y lo escribí imaginándome en mil enredos volé con mi mente esperando tu llamado sobre el muelle de mis sueños solté el ancla de mi memoria levanté mis piernas de la nada sin saber que me llamaba fui a buscar lo que esperaba océanos en calma hacían mis noches largas sentía que todo podía cambiar en un segundo no más el cielo volver a mirar luego despertar sintiéndome capaz de todo reencontrarme conmigo al fin... estar contigo.
Hijos les quiero expresar Lo mucho que yo los quiero Y por eso con esmero Los he querido criar. Y en la crianza esmerada Está clara la exigencia Del educar a conciencia Con bondad administrada. Y esa clase de bondad No es en nada limitada Solamente está enfocada A lo que es la realidad. Y es que en la vida real No es fácil lograrlo todo Por eso, de ningún modo Puedo ser tan servicial. Más bien hacerles saber Que todo requiere afán Pues muy poco lograrán Con simplemente querer. Pues todo lo que queremos Requiere de sacrificio Que con ningún artificio De otra forma lo obtendremos. Así mi no dar a veces Muy lejos de desamor Es una forma de amor Que ya apreciarán con creces.
A mi papá le gustaba cariñosamente llamarme «Dormilón» en nuestra original y antigua lengua kawésqar; era la forma de referirse a mi feliz y plácida condición de seguridad y confianza que me entregaba el mismo, en mi rapidez con la que una vez que me acomodaba en nuestra silenciosa y apacible canoa y junto al calorcito de nuestra fogata que permanecía siempre encendida dentro, sobre arena y barro seco junto a mi querido perro «Juguetón», me dormía y viajaba plácidamente junto al vaivén que producía el pequeño oleaje cercano a las playas de los cientos de amplios, profundos y espejados canales que acostumbrábamos a recorrer orillando por nuestra especial tierra ancestral.
Esto sucedía cada vez que mi papá, luego de asegurarse que las condiciones del permanente y lluvioso clima de nuestra húmeda tierra se aclara y despeja con alguna aparente calma, toda mi familia estaba lista y dispuesta para salir de pesca, de caza y de recolectar huevos y las necesarias y gigantescas cholgas y otros mariscos que eran nuestros principales alimentos que al retorno a nuestra aldea en Puerto Edén ahumábamos para conservarlos mejor y que consumiríamos secos o en olorosas y deliciosas sopas calentitas que preparaba mi mamá con gran cariño, especialmente durante el tiempo de los grandes vientos, de las espesas nevazones y de las lluvias torrenciales.
Yo disfrutaba del hermoso recorrido, me impresionaban los verdes y tupidos bosques, las grandes y poderosas montañas nevadas, sus cascadas, el canto de los pájaros, el rápido avance de los delfines y lobitos que nos salían al encuentro, amaba el respeto que mis papás tenían con toda nuestra naturaleza, por lo que siempre me repetían: «dormilón», “la madre naturaleza es buena y generosa con todos nosotros» las personas de carne y hueso», pero debes siempre respetarla y no destruirla sin una debida y necesaria justificación.
Recuerdo que una vez sucedió algo muy especial y poco común: mientras papá remaba, mi mamá guiaba la canoa en la parte trasera, que ahora conocemos como “popa” junto al timón y yo me había ubicado en la parte delantera la “proa”, como siempre disfrutando del paisaje, vimos como una gigantesca ballena se acercaba lentamente a nosotros mostrando su hermosa cola cada vez que se sumergía, a su lado saltaban alegres delfines acompañados por lobitos que rápidamente estuvieron a nuestro lado, grande era nuestra sorpresa cuando escuchamos que en nuestra propia lengua todos los animales nos saludaban y agradecían el respeto que nosotros teníamos con ellos, así eran felices y podían vivir libres y seguros, compartiendo con nosotros esta inmaculada y bella naturaleza, presente con las variadas aves en el cielo, diversos animalitos en la tierra y en el agua…
Pero grande fue mi sorpresa cuando repentinamente desperté mojado por la sacudida de una pequeña y fría ola que se había colado a nuestra canoa … al parecer todo había sido para mí solo un hermoso sueño, pero mi papá desconociendo absolutamente todo esto y para mi asombro, lo primero que me preguntó fue decirme:
¡Dormilón, dormilón!
¡Te perdiste de escuchar la voz de la ballena, de los delfines y los lobitos que se acercaron a nuestra canoa mientras tu … dormías!.
Esto me pasó cuando tenía casi 15 años, allá por el año 1953. Los “vapores” Porvenir y Minerva, después de tanto luchar cruzando el Estrecho, habían dejado de navegar entre Punta Arenas y Porvenir. En sus ausencias, los que íbamos a la Isla debíamos navegar en la cubierta de la incansable Goleta Gaviota, o, a veces, cuando regresábamos desde Tierra del Fuego, en algún cúter que hacía el cabotaje en el Estrecho de Magallanes. Los viajes no eran sencillos pues las pequeñas embarcaciones tenían con frecuencia que bregar con un mar agitado. En una ocasión demoramos 14 horas para cruzar el Estrecho, y la fuerte corriente nos empujó hasta la altura de Fuerte Bulnes.
Había viajado a Tierra del Fuego en Julio aprovechando las vacaciones de invierno, que en eso entonces en Magallanes duraban un mes. Cuando decidí regresar bajé desde el campo al pueblo y solamente encontré en el viejo muelle de Porvenir un cúter listo para partir atiborrado de fardos de lana hasta el límite. Eran las 3 de la tarde y el frío calaba hondo pues el viento no dejaba de aullar. Me acerqué y en ese momento apareció el capitán, un hombre de gruesos mostachos con el típico gorro de marino. Le pregunté si me podía llevar; su amable respuesta fue positiva. El cúter tenía además del capitán, un mecánico y un solo marinero, que oficiaba también de cocinero.
Eran las tres y media y el sol empezaba a bajar hacia el horizonte. Estábamos listos para soltar amarras cuando aparecieron en el muelle tres mujeres muy pintadas y alegres, que dijeron venir del Cabaret Palermo, rogándole al capitán que las llevaran a Punta Arenas. Muy entusiasmado accedió. El motor del cúter rompió la monotonía de una población detenida por el hielo. Sólo se veían las humaredas de las estufas a leña que funcionaban a full para capear la bajísima temperatura que se sentía.
El cúter de color rojo contrastaba con las lomas nevadas de la parte sur de la bahía. Salimos serpenteando esas sinuosas curvas que conectan con el mar abierto. Todos, menos el capitán y yo, iban en la pequeña caseta inferior que cobijaba al motor, a los camarotes y a una pequeña cocina. Me preguntaba cómo podían caber allí cinco personas. El mar, como casi siempre en esta área, estaba bastante encabritado. El capitán me dijo que bajara a la caseta, pero le contesté que prefería seguir en cubierta para evitar marearme. Me puse en el único espacio que quedaba entre los fardos: al lado de la rueda del timón, siempre mirando la línea del horizonte para evitar el mareo.
El viaje, según el capitán, duraría cuatro horas, ya que el cúter avanzaba como máximo a seis millas por hora. Esto siempre y cuando no tuviéramos algún percance, tal como ocurrió más adelante. Cuando el mar se moderó, el capitán me preguntó “¿Vio cómo se maneja esta embarcación?” Ante mi respuesta positiva me dijo: “Entonces tome el timón; enfile siempre hacia esas luces que son las del muelle de Punta Arenas; cuando alcance a ver una luz roja, esa debe ser su guía, trate de que la ola no le pegue totalmente de costado”. “Yo me iré abajo a descansar.”
Me posicioné de la rueda del timón y como asiduo lector de las novelas de Salgari, me sentí como el “Tigre de la Malasia” surcando peligrosos mares en un bergantín. Pero no habían piratas en el Estrecho; sólo algunas toninas que se aparecían cuando la luna se reflejaba en ellas. Tuve una extraña sensación, mezcla de fortaleza, poderío sobre el mar, y sueños de mi imaginación de juventud.
Ya había anochecido. La sensación térmica debido al viento reinantes era de a unos diez grados bajo cero. Empezaba a congelarme en especial, las manos. Llevaba una hora o más en mi conducción cuando repentinamente el motor dejó de funcionar. El capitán en mangas de camisas salió a cubierta para contarme sobre la avería y decirme que por favor no soltara la rueda pues ellos iban a tratar de arreglarla. Sin el ruido del motor pude escuchar mejor lo que pasaba en la caseta: la radio sonaba y había una zalagarda en la que participaban las tres mujeres y la tripulación. Mientras escuchaba la rasposa radio, las exclamaciones, y los cantos, trataba de mantener firme el timón para evitar los golpes de la ola.
El tiempo empezó a ser eterno; ya no era el intrépido Sandokán surcando los mares sino un congelado joven aferrado a la rueda de un timón.
Habría pasado una hora cuando de improviso el motor empezó a funcionar. El capitán supuso que yo seguía en mi función pues, al parecer la fiesta era tan buena, que no se dio la molestia de subir a verme.
Retomé el rumbo, y volví a ser como un viejo lobo de mar volando mi fantasía hacia lejanos continentes, islas exóticas, y aventuras. También había leído a Coloane, y las travesías de canales y golfos de aventureros y cazadores, así como las hazañas de Pascualini y su famosa embarcación Domitila. Era uno más de ellos, surcando canales, esquivando roqueríos, desafiando tempestades. La fiesta seguía y la música no paraba. Mi cuerpo estaba entumecido con una manifiesta hipotermia, pero me sentía contento de dominar este pequeño corcel flotante.
El muelle lentamente apareció en toda su dimensión y seguía el cúter enfilando hacia él. Me empecé a poner nervioso, pues cada vez crecían su tamaño. “Capitán, capitán” grité con fuerzas esperando que me oyera.
Después de un rato, apareció el cansado capitán. “Capitán, voy a chocar con el muelle”. A lo que me dijo: “No te preocupes, aún quedan 15 minutos”. Se dio media vuelta y volvió a su fiesta. La música siguió tocando, y yo entumecido, seguí guiando mi corcel a su caballeriza, pero ahora sin imaginarme nada, solo pensando en llegar en buena forma.
Alcancé a divisar en la cabeza del muelle a mi amigo Osvaldo esperándome; con ese frío era la única persona presente allí a esas horas. Supuse, y no estuve errado, que se había puesto de acuerdo con mis padres, obviamente preocupados por mi viaje.
Cuando vi que se me venían encima las sogas, los neumáticos de defensa, y las maderas, apareció el capitán que rápidamente se hizo cargo del timón y realizó junto al marinero, y con la ayuda de mi amigo, las faenas de amarre.
Con agilidad subieron al muelle capitán, marinero y mecánico, y solícitamente ayudaron a las damas a subir los escalones. Una vez terminadas las tareas, los tres se despidieron cariñosamente de las damiselas prometiendo sin mucha fuerza volver a encontrarse. Después el capitán se me acercó, y me dio un fuerte abrazo felicitándome y agradeciéndome la colaboración. Muy contentos también hicieron lo mismo el marinero y el mecánico. El capitán agregó. “Mi estimado amigo, este cúter siempre estará a su disposición, y en forma gratuita”.
Poco y nada entendía Osvaldo sobre tanto agradecimiento. Salimos lentamente del muelle y me preguntó qué había pasado, por qué habíamos llegado tan tarde, y si habíamos tenido algún inconveniente. Tiritando y aunque apenas podía hablar, lo miré con aires de superioridad y le dije:
“A un lobo de mar no se les hacen esas preguntas; todo lo que pasó queda entre nosotros “los marineros”; así es el pacto de la gente de mar.”